¿Jugamos a los números? Venga.

Como todos sabemos, hasta la cosa más nimia del universo puede reducirse a números y expresarse mediante una razón matemática. Más aún, incluso algunas religiones esconden un trasfondo numérico, y el judaísmo es un buen ejemplo. Así pues, no pueden faltar un buen puñado de rabinos en busca del la clave de la Torah. Por supuesto, tampoco las series de Fibonacci ni el número áureo, con las famosas espirales leonardescas. Es un no parar. Me da a mí que Dan Brown ha visto esta película. Pero las matemáticas, como cualquier otra cosa, pueden llegar a obsesionar, que es lo que le ocurre al protagonista, un superdotado que, sin embargo, no es capaz de distinguir entre matemáticas y numerología, entre mundo real y paja mental. Es el encanto de Pi.

Aronofsky plantea una propuesta provocadora, estéticamente impactante y absolutamente anticomercial por su temática, por su planificación, por el uso del blanco y negro. Su talento visual y el empleo de la banda sonora no están al alcance de cualquiera, eso es evidente. Como lo es también que la película no es más que un batiburrillo de filosofía, religión, matemática, numerología y neurosis que no aguanta el más mínimo análisis numérico. La crítica de Enfermito es certera al respecto, al igual que su conclusión final, que comparto de forma absoluta. Demasiada confusión para una espiral bastante simple, en una obra que se subtitula ‘Fe en el caos’ como pudiera haberse titulado ‘Taladros a mansalva’ (otra espiral).