Lo que más me ha llamado la atención es que la crítica y buena parte del público se refiera a esta obra como un western. Al margen de las ovejas y los sombreros de cow boy, poco o nada del género genuinamente americano hay en la película. No deja de ser cierto que se trata de una cinta valiente, teniendo en cuenta que está dirigida por un taiwanés que crea algunos personajes de la América profunda bastante poco convencionales. Merece la pena sólo por esto, pero no creo que se pueda catalogar como una gran película. La temática no puede justificar por sí misma tal calificación. Es demasiado larga, bastante irregular y, por momentos, aburrida. Por cierto, no deja en muy buen lugar a los dos protagonistas, que viven una vida absolutamente falsa, desde una postura cínica, cobarde y egoísta, que se niegan a aceptarse a sí mismos, sobre todo Ledger (su personaje es un auténtico homosexual homófobo), y a los que no importa nada llevarse por delante novias, hijos y lo que haga falta. Las interpretaciones no acaban de convencerme, resultan frías y distantes, y en muy raras ocasiones transmiten la sensación de enamoramiento, o tan siquiera de deseo; aunque tal vez sean geniales interiorizaciones de los atormentados personajes que recrean. Quién sabe.