Hay pintores de un cuadro, músicos de una canción, jugadores de un gol… y directores de una película. Roy Hill entra dentro de esta última categoría. En una trayectoria no especialmente atractiva despunta la mejor película sobre timadores que he visto.

Llámese aparición mariana, o que la flauta sonó por casualidad, lo cierto es que en ‘El golpe’ todo va rodado, como si cualquier partícipe del rodaje estuviera tocado por una varita mágica. Un entretenimiento de altísima calidad en el que lo trepidante de la trama no te permite sacarle punta a ciertas lagunas nada baladíes (que se reducen a una, que Lonnegan sea un imbécil integral). Pero bueno, la película no deja de ser un magistral timo desde este punto de vista.

Redford está de lo más convincente y Newman vuelve a demostrar que es un pedazo de actor: la partida de póquer en el vagón del tren es magistral. Ambos son una buena muestra de cómo en ocasiones la popularidad, el marketing y el talento no tienen por qué ser excluyentes. Entre todos, reparto, director, guionista, etc., consiguen que dos horas parezcan veinte minutos, que los cantosos decorados nos los tomemos como la misma realidad y que hasta el más inmundo de los trileros despierte nuestro más sincero cariño.