Que Scott es un genio del marketing –y esporádicamente un gran director- nadie lo discute. Que Geena Davis era una actriz prometedora, tampoco. Que Susan Sarandon era, es y será –gansadas militantes al margen- una buena intérprete, está fuera de toda duda. Que Brad Pitt fue un hallazgo afortunado, supongo que igualmente habrá consenso. Que otros secundarios como Keitel o Madsen hacen su papelito, pues venga. Que una road movie protagonizada por dos mujeres echás p'alante, víctimas de un mundo machista y opresivo tiene su atractivo, de acuerdo. Todo eso y mucho más me pareció esta aventura sobre ruedas cuando la vi en un cine de mi barrio, hace ya casi 20 años y, en verdad, me emocionó. Cosas de la juventud. Pero, al igual que le ocurre a Thelma, algo ha cambiado dentro de mí.

Pues bien, el segundo acercamiento a esta historia hacia el abismo, no diré que me ha parecido una boñiga, porque además la banda sonora es marchosa y sale el Monument Valley. Pero la evolución de los personajes, sus motivaciones y los vínculos entre ellos, desde mis casi noventa años, me parece que no tienen ni pies ni cabeza. El personaje de Thelma no es más idiota porque no se entrena, y la relación que tiene la Sarandon con Madsen es absolutamente inverosímil. Un drama con dos mujeres en una huida desesperada que se presentan casi como un par de locas en plena party. Un carretera y manta adolescente. Por no hablar del exagerado desenlace; creo que en ‘Hulk’ hay menos efectivos para capturar al gigante verde que para detener a la parejita de marras.

Se trata de una sucesión de clichés feministas que llegan a sonrojar. Quizá lo más cruel sea que las féminas no acaban muy bien paradas. Porque, o no lo he cogido, o la conclusión a la que llega la película es que nada hay para una mujer como un buen polvo, un revólver y las emociones fuertes. Igualito que para un hombre. Pero sólo para los que piensan con la punta del nabo. ¿O esto era un canto a la libertad?