Otra película que glorifica a un criminal despiadado, a uno de esos tipos que no tiene reparos en ejecutar y torturar durante la guerra de Argelia, pero que de vez en cuando sufre ataques de integridad y echa en cara a su propio padre haber colaborado con los nazis durante la ocupación hitleriana; de esos que prefieren el atraco y el asesinato a un despreciable trabajo, como todo el mundo.

Hecha esta salvedad, si uno se la toma como biografía comercial de un maleante cualquiera, protagonizada por un convincente y por una vez apenas sobreactuado Cassel, es un entretenimiento aceptable. Aunque no sé qué pensará la Gendarmería francesa, porque aparece retratada como la Brigada Oligofrénica.

Por fortuna, Richet se decantó por Vincent en lugar de escoger a Jean (Reno), porque entonces la cosa hubiera sido insufrible. Lo más destacable del primer tiempo de la biografía de este asesino sin escrúpulos es Elena Anaya, que nos obsequia con la mejor secuencia de la película, una violenta discusión con Cassel en pleno hogar. Esto son cosas mías, pero, ¿qué tiene Pe que no tenga Elenita para triunfar? Siendo mucho más guapa y mejor actriz, supongo que le faltan unos centímetros de estatura y un par de tallas de sostén, porque, que me perdonen los de la ciudad madrileña, no creo que haber nacido en Alcobendas tenga más glamour que haberlo hecho a las faldas del Cristo del Otero. Habrá que preguntar a san Pedro, el de la Mancha. También tiene su punto el personaje de Depardieu como capo del hampa parisina.