Dos maniquíes, una momia y un despistado nos regalan un thriller con toques sobrenaturales que, a duras penas, logra mantenernos con los ojos despegados. Los maniquíes son Christensen y Alba, muy guapetes los dos, pero con la misma expresividad que la foto de una berza. Él es un rico heredero que padece una afección cardiaca; ella, una secretaria de buen ver de la que está enamorado como un bobo. La momia es Lena Olin, la mami del rubiales, que intenta aparecer con la misma cara que en “La insoportable levedad del ser”, pero claro, ya han pasado más de veinte años y los cirujanos no hacen milagros ni en el cine. El despistado es Howard, que desde “Crash” casi todo lo que ha hecho es bastante olvidable; interpreta a un cardiólogo de sonrisa blanqueada, amigo del tierno Hayden.

Es una de esas pelis en las que nada es lo que parece, aunque la verdad es que esta parece más bien poco. Creo que la intriguilla hubiera funcionado mucho mejor si se hubiera prescindido de los episodios paranormales y se hubiera ido directamente al grano, pero por sofisticación, que no quede. Se deja ver, porque es cortita, y eso, pero si te duermes tampoco te pierdes nada.

Va por ti, Bernardo.