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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Aventuras. Drama. Bélico El Cairo, 1917. Durante la Gran Guerra (1914-1918), T.E. Lawrence (Peter O'Toole), un conflictivo y enigmático oficial británico, es enviado al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Él y su amigo Sherif Alí (Omar Sharif) pondrán en esta misión toda su alma. Los nativos adoran a Lawrence porque ha demostrado sobradamente ser un amante del desierto y del pueblo árabe. En cambio, sus superiores ... [+]
14 de noviembre de 2009
72 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, estoy convencido. A mi juicio, y desde una perspectiva eminentemente estética, “Lawrence de Arabia” es la Capilla Sixtina del séptimo arte. Y que conste que no lo digo por las hipotéticas pretensiones artísticas de Lean. Lo expreso así, con tanta pasión y vehemencia, porque las imágenes de “Lawrence de Arabia” son tan poderosas que me cuesta horrores pensar en otra peli que ilustre mejor el concepto clásico de belleza. Quizás por ello, como dice mi amigo travis, si tuviéramos que elegir un solo film para mostrarle a un alienígena de qué va esto del cine, “Lawrence de Arabia” sería -si no la única- una opción difícilmente mejorable.

Hago hincapié en el factor plástico o estético porque creo, sinceramente, que ése es el elemento fundamental de “Lawrence de Arabia”. Al fin y al cabo, el cine es lenguaje, sí, pero ante todo es -o debería ser- arte. Y como forma de expresión artística -en este caso clásica, serena y equilibrada- “Lawrence de Arabia” raya la perfección. No pretendo con ello dejar en un segundo plano ese tremendo debate que siempre ha existido en torno al personaje de T. E. Lawrence (¿aventurero?, ¿megalómano?, ¿déspota?) pero a mi, particularmente, me atrae mucho más el virtuosismo técnico, la creatividad pictórica y la visión panteísta de Lean. Una visión que podemos apreciar en el propio escenario de la peli (el desierto) y que lejos de ser un mero telón de fondo de los acontecimientos, se convierte en el auténtico ‘motor inmóvil’ de toda esta historia.

Y aunque sé perfectamente que mastodontes fílmicos tan grandes y pesados como éste pueden acusar, en un momento dado, algún que otro problema de psicomotricidad, pelillos a la mar, muchachos. No seamos tan tiquismiquis y disfrutemos -sin reticencias- de la luz, el color y la melodía de la que es, posiblemente, la película más bella jamás filmada.
Taylor
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