Media votos
6,4
Votos
4.213
Críticas
702
Listas
12
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Taylor:
9
8,2
78.392
Intriga
Un reportero fotográfico (Stewart) se ve obligado a permanecer en reposo con una pierna escayolada. A pesar de la compañía de su novia (Kelly) y de su enfermera (Ritter), procura escapar al tedio observando desde la ventana de su apartamento con unos prismáticos lo que ocurre en las viviendas de enfrente. Debido a una serie de extrañas circunstancias empieza a sospechar de un vecino cuya mujer ha desaparecido. (FILMAFFINITY)
16 de junio de 2009
44 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abordar una peli como “La ventana indiscreta” desde una perspectiva eminentemente analítica es una labor compleja. Extremadamente compleja. No sólo por la riqueza de sus componentes (códigos, personajes, acción, representación espaciotemporal...) sino -fundamentalmente- por ese maldito límite de 3.000 caracteres impuesto por los gerifaltes de esta página. Y aunque siempre he considerado que este tipo de sincretismo literario es una verdadera putada para el desbordante talento de las plumas más insignes de esta página, me consuela pensar que dicha restricción no es más que un legítimo instrumento para impedir que pelmazos como yo puedan dar la brasa explicando la Biblia en verso. Aún así, yo sigo en mis trece y, si bien es cierto que esos 3.000 caracteres son más que suficientes para comentar cualquier peli de ocho estrellitas para abajo, también es cierto que para poder explayarse a fondo sobre obras maestras como ésta dicho límite representa un acto de crueldad intolerable. Sobre todo para comentaristas como el menda, absolutamente incapaces de edificar un castillo en una plaza de parking. Algo que, por cierto, solo está al alcance de ‘monstruos’ como Miquel y pocos más.
Pero bueno, ya que he despilfarrado un buen puñado de caracteres en absurdas lamentaciones y ya que me siento incapaz de construir ese castillo al que antes aludía, deberé conformarme -al menos- en procurar erigir un modesto contrafuerte que permita centrar mi exposición en uno de los aspectos más interesantes que plantea Hitchcock a través de “La ventana indiscreta”: los límites de la imagen.
De todos es sabido que la imagen cinematográfica (como la pictórica o la fotográfica) comporta la inclusión de una porción limitada de espacio y, por consiguiente, la exclusión de todo cuanto permanece más allá de los bordes del encuadre (fueracampo). Seis segmentos tridimensionales (derecha, izquierda, arriba, abajo, delante y detrás) intrínsecamente relacionados con aquello que vemos en el encuadre (campo) y que, en un momento dado, podemos desconocer, imaginar o reconstruir. Pues bien, “La ventana indiscreta” es uno de los mejores paradigmas que la historia del cine nos ha dado al respecto. Extrapolemos los bordes del encuadre a los bordes de la ventana y observemos que ocurre cuando los vecinos de Jeff (James Stewart) se mantienen fuera del alcance de su mirada. ¿Sentís curiosidad? ¿Ansiedad? ¿Impotencia? ¿Congoja? No os asustéis. Ocurre que, sin comerlo ni beberlo, os habéis metido en la piel de Jeff. A partir de este momento vais a vivir en vuestras propias carnes ese efecto opresivo al que aludía Godard en una célebre frase: “Todas las imágenes de los encuadres nacen iguales y libres: el film no es más que la historia de esa opresión”. Una opresión -o presión, quizás- parecida a la que ejercen las aguas de un pantano contra sus diques (Cassetti y Di Chio, “Como analizar un film”).
Pero bueno, ya que he despilfarrado un buen puñado de caracteres en absurdas lamentaciones y ya que me siento incapaz de construir ese castillo al que antes aludía, deberé conformarme -al menos- en procurar erigir un modesto contrafuerte que permita centrar mi exposición en uno de los aspectos más interesantes que plantea Hitchcock a través de “La ventana indiscreta”: los límites de la imagen.
De todos es sabido que la imagen cinematográfica (como la pictórica o la fotográfica) comporta la inclusión de una porción limitada de espacio y, por consiguiente, la exclusión de todo cuanto permanece más allá de los bordes del encuadre (fueracampo). Seis segmentos tridimensionales (derecha, izquierda, arriba, abajo, delante y detrás) intrínsecamente relacionados con aquello que vemos en el encuadre (campo) y que, en un momento dado, podemos desconocer, imaginar o reconstruir. Pues bien, “La ventana indiscreta” es uno de los mejores paradigmas que la historia del cine nos ha dado al respecto. Extrapolemos los bordes del encuadre a los bordes de la ventana y observemos que ocurre cuando los vecinos de Jeff (James Stewart) se mantienen fuera del alcance de su mirada. ¿Sentís curiosidad? ¿Ansiedad? ¿Impotencia? ¿Congoja? No os asustéis. Ocurre que, sin comerlo ni beberlo, os habéis metido en la piel de Jeff. A partir de este momento vais a vivir en vuestras propias carnes ese efecto opresivo al que aludía Godard en una célebre frase: “Todas las imágenes de los encuadres nacen iguales y libres: el film no es más que la historia de esa opresión”. Una opresión -o presión, quizás- parecida a la que ejercen las aguas de un pantano contra sus diques (Cassetti y Di Chio, “Como analizar un film”).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pero más allá de toda esa tensión, de toda esa angustia que Hitchcock traslada al propio espectador desde la mirada subjetiva de Jeff, los límites de la imagen adquieren en “La ventana indiscreta” un valor metafórico, si cabe, aún mayor que el de la propia ‘restauración intuitiva’. Y no me refiero tan sólo al cacareado voyeurismo de Jeff como leit-motive genuinamente hitchcockiano (la función de la mirada es un elemento clave en “La ventana indiscreta”, pero también en “Vertigo”, por ejemplo) sino también a algunos de los arquetipos del cine americano que podemos distinguir en la peli a través de una lectura algo más imaginativa. La ventana del apartamento de Jeff, por ejemplo, simbolizaría la frontera entre la culpa y la respetabilidad, entre el deseo de querer ver a toda costa lo que está demasiado lejos y no percibir -o no querer percibir- lo que tenemos al lado (Lisa y su propuesta matrimonial). Un bagaje simbólico tan fecundo, en definitiva, como el de la célebre puerta de “Centauros del desierto”, fuente de múltiples y variopintas interpretaciones por parte de analistas, críticos y cinéfilos de todo el mundo.
Por cierto, disculpadme un segundo... ¿cuántos caracteres me quedan? ¿tan pocos? ¿que ya estamos en zona spoiler? Malditos límites. Pi, pi, piiiiiiiiiii... Se acabó.
Por cierto, disculpadme un segundo... ¿cuántos caracteres me quedan? ¿tan pocos? ¿que ya estamos en zona spoiler? Malditos límites. Pi, pi, piiiiiiiiiii... Se acabó.