Cámara al hombro, desafiando cualquier estadística de ”decoupage”* convencional, Greengrass nos arrastra, por mediación del carismático e idealista Cooper ( James Nesbitt ), al corazón del Bogside de Derry, para participar en lo que debía ser una pacífica manifestación en pro de los derechos civiles y que derivó en la masacre que revulsionó al IRA 30 años antes de su disolución.

Greengrass nos azuza, nos zarandea cuerpo y alma con esos incómodos movimientos de cámara, con ese profuso galimatías sonoro que nos hostiga sin piedad en pos de una veracidad que rehuye de artificios y tretas ornamentales.

Pese a que por razones de puñetera empatía con los protagonistas he de decir que me trepanó mucho más “Omagh”, “Bloody Sunday” constituye un escalofriante e impecable relato que nos ayudará, indefectiblemente, a comprender algo mejor los vaivenes de la problemática norirlandesa y sus oleadas de violencia en estos últimos tiempos.