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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Drama Irreversible. Porque el tiempo lo destruye todo. Porque algunos actos son irreparables. Porque el hombre es un animal. Porque el deseo de venganza es un impulso natural. Porque la mayoría de los crímenes quedan sin castigo. Porque la pérdida del amado destruye como un rayo. Porque el amor es el origen de la vida. Porque toda la historia se escribe con esperma y sangre. Porque las premoniciones no modifican el curso de los ... [+]
27 de mayo de 2009
22 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi tercera entrega de mitos eróticos cinematográficos tiene como protagonista esta vez a una belleza italiana de ‘rompe y rasga’: Monica Bellucci. Y aunque soy consciente de que -en términos generales- la mitología carnal suele caracterizarse por su naturaleza efímera (el ser humano es así de voluble y caprichoso), mujeres como Monica poseen la prodigiosa habilidad de okupar nuestra configuración erótica de forma despótica y totalitaria, sin que nada ni nadie pueda evitarlo. ¿Que existen patrones mujeriles distintos? Por supuesto. Pero si estáis leyendo esto es porque el mío lo encarna Monica. Monica Bellucci.

Inmejorable heredera de célebres maggioratas como Sofía Loren, Claudia Cardinale o Gina Lollobrigida, Monica Bellucci ocupa un privilegiado escaño en el Olimpo de las diosas del séptimo arte porque muy pocas son las mujeres que han conseguido aunar voluptuosidad, armonía, elegancia, magnetismo y feminidad como ella lo ha hecho. Sumidos como estamos en un descorazonador panorama de mujeres anoréxicas, andróginas y estereotipadas, la italiana deslumbra por si sola porque Monica no es imagen. No es marketing. No es artificio. Monica es mujer. Esencia de mujer.

La descubrí cuatro o cinco años atrás a raíz de su discreto papel en “La pasión de Cristo”, de tito Mel. Sus bellísimas facciones me dejaron tan anonadado que sólo atinaba a preguntarme -permitidme la blasfemia- cómo Jesucristo había conseguido sustraerse a los encantos de una Maria Magdalena así. Todo ello, ojo al dato, sin haber tenido la oportunidad de contemplar ni un solo centímetro cuadrado de su piel de cuello para abajo, lo cual tiene su mérito ¿no? Afortunadamente, poco tiempo después pude subsanar esa traumática carencia al localizar su nombre, por pura casualidad, en la carátula de un DVD. Sin pensármelo dos veces, lo adquirí de inmediato. Era “Irreversible”. Un impactante film en el que Monica exhibía mayor envergadura interpretativa y carnal protagonizando una de las violaciones más atroces de la historia del cine. Ese día mi devoción hacia ella se hizo definitivamente irreversible.

Renuncio, sin embargo, a comentar nada más de la peli de Noé porque, a estas alturas, ni me da tiempo ni me apetece. El objetivo, cumplido o no, era rendirle tributo a mi prima donna. Sólo eso. Os remito, por consiguiente, a las críticas de Listo, Grandine, Blooms, Servadac, Neathara o JuanCádiz. Sus opiniones son tan contrapuestas como enriquecedoras. Echadles un ojo.

Permitidme, sin embargo, que destaque “Cuando la cámara sangra”, de Txarly. Si la leéis sin haber visto la peli, creeréis que “Irreversible” es una obra maestra. Sin lugar a dudas. Y aunque (a mi entender) no lo es, si su lectura os induce a verla no os arrepentiréis. Desconfiad, asimismo, de cualquier crítica que incluya en su título la expresión ‘obra maestra’. Pregonarlo es fácil. Argumentarlo, no tanto.

Eso sí, con Monica sobran las palabras. Salta a la vista ¿no?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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