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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Drama Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
11 de octubre de 2011
49 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego hay que tener un par de cojones para hacer lo que ha hecho Malick en su última peli. Porque, vamos, eso de sacar supernovas y dinosaurios en un film ambientado en la Norteamérica de los cincuenta que trata, fundamentalmente, de cuán compleja y trascendental puede ser cualquier relación paternofilial, tiene delito. Pero, bueno, quién dice delito dice valor, personalidad, temperamento o genio. Atributos, a mi juicio, que casan a la perfección con lo que considero que es Malick: un cineasta de los pies a la cabeza. Y, por ende, un genio. O, como poco, un artista. Un tipo, en cualquier caso, que expresa lo que siente y cómo lo siente con honestidad, con talento y con independencia. Sin dejarse influir más de lo estrictamente necesario. Haciendo las cosas a su manera. Como siempre lo hizo. A través de bellas y sugerentes imágenes. A través de su correspondiente soporte musical. A través de su incuestionable lirismo. Y a través, por supuesto, de esa indisociable y característica voz en off sin la cual, obviamente, Malick sería menos Malick.

Quizás por eso mismo no concibo por qué muchos espectadores han considerado “El árbol de la vida” una peli aburrida. Y no lo concibo porque para mi una peli aburrida es una peli sin chicha. Sin contenido. Sin dobles lecturas. Todo lo contrario a lo que es, sin lugar a dudas, “El árbol de la vida”. Una peli profunda, rica, grandiosa, bella y estremecedora. Y como me comentaba mi amigo Servadac, especialmente sugestiva —y perturbadora a la vez— para los que tenemos hijos y luchamos cada día para que nuestra relación con ellos sea lo más hermosa posible.

Ocho hermosas estrellitas, pues, para un film que nada le tiene que envidiar al cine de Kubrick, Lynch o Tarkovsky y que, aún así, sigue siendo mucho más comprensible y llevadero que el de, sobre todo, los dos últimos. A partir de ahí, eso sí, que cada palo aguante su vela, amigos. Porque ésta no es, en absoluto, una peli para todos los paladares. Y eso significa que lo más probable es que la flipes o la odies profundamente según el caso. Yo la flipé, sí, pero jamás se la recomendaría a nadie. Básicamente porque yo de cine entiendo poco. Y menos del lento y raruno hasta la médula. Pero si esto no es una obra maestra, que baje Dios y la vea. Quizás así saldremos de dudas.
Taylor
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