Haz click aquí para copiar la URL
Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Cine negro. Intriga Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. (FILMAFFINITY) [+]
14 de septiembre de 2010
47 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás de los jamases se me ocurriría renegar de mi cercanísima vinculación con el proletariado cinéfilo ni de mi insobornable predilección por ese cine de género tan convencional y eficiente que tantas y tantas horas me ha mantenido absorto delante de una pequeña o gran pantalla. Pero, de vez en cuando, también me apetece ver CINE. Cine de verdad. En mayúsculas. Y ello implica que, esporádicamente, esa denodada apuesta por el cine de entretenimiento pierda fuelle en pos de, digámosle, cierta avidez. Una avidez estética, reflexiva, sinergética... Artística, vamos. A mi me gusta llamarla sed. Sed de cine.

Así pues, cada vez que me noto sediento de cine suelo hacer dos cosas. O bien opto por echar mano de alguna de esas “1001 películas que hay que ver antes de morir” (*) o bien voy a tiro hecho y reviso alguno de esos peliculones que vi hace tropecientos mil años y cuyo nostálgico y brumoso recuerdo exige de inmediato una nueva oportunidad. Ese fue el caso de “Sed de mal”. Una peli que no había vuelto a ver desde mediados de los ochenta y que me apetecía mogollón revisar de nuevo.

Como podréis deducir, mi elección no pudo ser más acertada. Y no sólo porque me gustó más que la vez anterior sino porque, sencillamente, aluciné. Aluciné con ese arranque estelar. Con ese pletórico y portentoso despliegue de talento narrativo y visual. Picados, contrapicados, travellings, planos-secuencia, primeros planos, luces, sombras, humo, papeles revoloteando… Dios bendito… ¡Ni un puto mal plano! Aluciné y comprendí que el argumento para Welles -como también para Hitchcock, Kubrick o Leone- no dejaba de ser un mero pretexto para plasmar en el celuloide sus más íntimas y profundas obsesiones. En el caso de “Touch of evil”, la siniestra y ambigua frontera entre el bien y el mal. Un contexto físico y abstracto a la vez que Welles nos describe a través de una atmósfera lúgubre, destartalada y putrefacta. Pero también a través de un memorable ‘face to face’ entre Vargas (Heston) y Quinlan (Welles). Sin lugar a dudas, el detective más grotesco y abyecto del cine clásico americano.

(*) Steven Jay Schneider. Ed. Grijalbo. 10ª Edición, actualizada. Enero de 2010.
Taylor
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow