Nikita y la Colombiana tienen ya sucesora (¿Hannita? ¿Colombianita?). Es alta, espigada, letal, rubia y es posible que nos la hayamos cruzado hace por Córdoba ya que entró en España desde Marruecos camino de unos asesinatos en Alemania. La película no deja pasar por alto la oportunidad de reflejar el vasto acerbo cultural hispano que vivió la niña en su periplo nacional y nos deleita con planos de un cortijo, un toro de Osborne y una familia gitana cantando flamenco. Supongo que han dejado para una hipotética segunda parte el material con gente con boina bebiendo en botijos, bailes de muñeiras, castellets, falleras llevando tronos de Semana Santa y unos aizcolaris partiendo piedras o cortando troncos (nunca sé cuales son cuales).

Hay padres que preparan a sus hijos para los tiempos de crisis proporcionándoles estudios de carreras con futuro o en colegios privados que les enchufen luego en empresas “amigas”; otros los ponen a jugar al tenis desde pequeños para ver si les retiran; otros les preparan en clases de equitación o de pádel para que hagan amigos y relaciones… pero el más original sin duda es el padre de Hanna, una adorable niña rubia, a la que enseña técnicas de supervivencia extrema en el Ártico, a cazar alces con con flechas y beberse su sangre, diversas técnicas de combate (con y sin armas), idiomas, le lee la Enciclopedia Británica y todo lo necesario para ser una jabata como Nikita (aunque sin prostitución ni drogas), como Colombiana (aunque menor de edad) o como Ana Rosa Quintana (aunque con menos labia).

A lo largo de dos horas Hanna se enfrenta a su destino y a diversas agencias gubernamentales en una relativamente original historia, bastante consistente y dirigida con habilidad para que, dentro de la ficción, los personajes, sus coreografías y sus interpretaciones resulten convincentes (un poco pasada en en el caso de Blanchett y sobradamente melodramática en el caso de Bana, pero convincentes). Por supuesto no faltan las obligatorias escenas de acción con juegos de cámara rallantes, lucecitas giratorias y música estridente tan propias de este género. Después de dedicar el fin de semana a la saga “Millenium”, “Hanna” resulta entretenida… aunque, para lo que son estas películas la proporción entre acción y duración es ligeramente baja (rozando el mínimo), la trama se enreda innecesariamente en historias de laboratorios y el final es extremadamente gótico y efectista (por no hablar de previsible).

Interesante y prescindible.