Sorprendentemente, el mundo del circo no está muy explotado en lo que es el cine: algún episodio suelto de Mentes criminales, algún otro de CSI, John Wayne en la película “El fabulsoso mundo del circo” y pare usted de contar. Es más, últimamente, cuando los medios de comunicación hablan del circo no es para referirse a él como ‘carpa de sueños’ o ‘magia en la pista central’ sino para que un reportaje de Callejeros nos muestre su lado sórdido o para que en Sálvame salga la familia de Ángel Cristo a ponerle verde. En medio de este panorama, “Agua para elefantes” tiene la gran virtud de llevarnos a la época dorada del circo, en la que la radio era un lujo, la tele era una fantasía e Internet una utopía…. por lo que cualquier espectáculo que sacara a la gente de la rutina era considerado arte; una época en la que no todos los días se veían fieras y trapecistas y para ver payasos no bastaba sólo con poner el Telediaro.

No hay nada en la película que estropee esta ilusión que comento, no se le puede sacar ningún defecto grave: podrá gustar más o gustar menos, interesar más o interesar menos, pero hay una historia entendible con buenos y abundantes ingredientes rodada con mucho colorido y elegancia. A lo mejor la palabra es glamour, ese glamour de los años veinte al que contribuye ese elenco de protagonistas con Robert Pattinson sacando partido de lo que mejor sabe hace (hace bien, que aproveche, que no siempre va a tener el tupé tan tieso) y Reese Witherspoon y Christopher Waltz no escatiman en repertorio interpretativos.

Desgraciadamente cuesta encontrar hoy día películas que se limiten a buscar una historia, contarla en forma de película y que salga algo entretenido y comprensible sin recurrir a google para que alguen te la explique. “Agua para elefantes” puede no ser ágil en todo momento y no aporta demasiado a mi vida, pero es bonita, se ve con ganas y se pasa un rato agradable.