“Luna nueva” se enfrentaba al punto crítico de cualquier trilogía – por aquel entonces todos pensábamos que la saga iba a ser una trilogía- , ser una segunda parte obligada a mantenerse en las líneas maestras marcadas por su predecesora y a superar expectativas, pero sin ofrecer un desenlace ni poner un listón tan alto que el (supuesto) capítulo final no pudiese alcanzar. No es tarea fácil enganchar a un público que sabe de antemano que se va a quedar a medias, pero nuevamente lo consigue con un producto perfectamente integrado en la franquicia y que te deja intrigado por ver la siguiente entrega, pero a la vez está suficientemente acabado como para verla de manera aislada sin ninguna clase de problema.

Nuevamente, si bien los fundamentos narrativos son simples (simplones), el grado de competencia en el desarrollo y ejecución es sencillamente magistral. “Luna nueva” pasa de una introducción acaramelada y simpática al peor de los dramas sin solución de continuidad, no pierde el tiempo dando forma y consistencia a una tragedia que al público le trae sin cuidado. Al contrario que tantos tostones franceses, que se ceban en el descenso en la espiral de autodestrucción, la película le da a su base fan lo que quiere es ver: cómo salen del pozo. Y lo cierto es que lo hacen a lo grande. Por un lado, el espectro temático se amplía con la introducción de un elemento al que la primera parte había prestado poca atención y que aquí adquiere su merecido grado de protagonismo: los hombres lobo y el triángulo amoroso que surge de ahí. Por otro lado, el espectáculo también gana enteros con el viaje a Italia, los fabulosos exteriores en la ciudad de Volterra -de la que nadie había oído hablar hasta entonces y que de pronto pasó a ser destino turístico de moda- un lugar con la ambientación ideal mística para presentarnos a los nuevos enemigos de la pareja: la cúpula del gremio vampírico, los Vulturis.

Por todo ello, por contarnos lo mismo de siempre de una forma tan extraordinariamente lenta que roza el tedio pero que no puedes dejar de ver, por poner en el mapa un pueblucho a desmano de todo al que no iba ni Dios, por dejarnos con gana de más, “Luna Nueva” se merece una nota similar a su predecesora y que nadie se avergüence por decir que le ha gustado.