Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de OsitoF:
9
Acción. Thriller Cuarta entrega de la serie cinematográfica Misión imposible. El agente Ethan Hunt, acusado de un atentado terrorista con bombas contra el Kremlin, es desautorizado junto con toda la organización, al poner en marcha el Presidente el “Protocolo Fantasma”. Abandonado a su suerte y sin recursos, el objetivo de Ethan es rehabilitar el buen nombre de su agencia e impedir un nuevo ataque. Pero Ethan emprende esta misión con un equipo formado ... [+]
2 de agosto de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran trabajo en la dirección de un Brad Bird que, aunque solo firmó esta entrega, logró estabilizar la franquicia, establecer un rumbo y sentar los cimientos para poder considerar las entregas venideras como miembros de la misma familia. Hasta entonces, todo eran altibajos e individualidades en una saga que arrancó con una obra maestra de Brian De Palma, perdió el norte con el efectismo hortera de John Woo y recuperó algo de crédito, aunque sin crearse una identidad propia, con J.J. Abrams. “MI: El protocolo fantasma” enlaza con algunos elementos presentes en “Misión Imposible 3” (Bridget Monaghan, Luther, Benji) y termina por fin de definir a Ethan Hunt como un el superagente que es, dotándole de un pasado trágico que se va esclareciendo con cuentagotas y de un futuro en una unidad especial, la FMI, que aparece ya, definitivamente, como una agencia gubernamental ultratecnificada, pero de reducido tamaño, casi lo que viene siendo un grupo de agentes que se reunen ad hoc alrededor de Hunt para un propósito muy concreto.

Parece una tontería, pero hace mucho por la franquicia que el personaje principal y sus compañeros, por mucho que estén siempre interpretados por los mismos actires, cojan forma de una vez y tengan siempre las mismas habilidades y las mismas capacidades, no que en una entrega resuelvan los problemas a hostias, en otra a bombazos y en otra con discursos. O que los gadgets sean pura scifi en una entrega y no haya tecnología en otra. “MI: El protocolo fantasma” crea el estándar de la FMI en términos de potencia de fuego, pericia en combate sin armas y creatividad a la hora de eso llamado pensamiento lateral: afrontar los problemas buscando las explicaciones y soluciones alternativas en las que nadie cae porque se salen de lo convencional. Y lo mismo en lo que se refiere a la informática y la tecnología: la FMI tiene a su disposición los últimos avances en cacharrada, pero el guion siempre se toma su tiempo para explicar los fundamentos físicos o químicos que los hacen moderadamente verosímiles.

Asi que concepto a concepto, la saga va resultando en algo cohesionado que se puede ver en plan maratón en una tarde, como episodios largos de una serie. Dicha cohesión también afecta a la parte narrativa, con episodios/entregas articulados en torno a cuatro o cinco supersecuencias de acción en localizaciones espectaculares por todo el mundo, pero cuidadosamente enlazadas unas con otras: más allá de la típica pista que conduce a otra pista, habitual en otras producciones y alguna que otra entrega previa, los instantes finales de cada macrosecuencia y los momentos iniciales de la siguiente se dedican a desvelar un secreto, una curiosidad o un nuevo personaje que engancha los segmentos.

Dentro de las nuevas exigencias de calidad la saga, “MI: El protocolo fantasma” es casi perfecta, posiblemente porque aplica ideas que llevaban tiempo desarrollándose en la cabeza de los refundadores. La trama es inteligente y propia de las grandes novelas de política ficción, ambiciosa y creíble, con momentos de gran carga dramática y con la clase de villanos, los que no quieren riquezas o poder sino tan sólo ver arder el mundo, que más atractivos resultan y las escenas de acción encajan con naturalidad en una historia protagonizada por un elenco supercarismático (a pesar de la presencia testimonial del icónico Luther) reforzado por la habitual generosidad de un Tom Cruise que comparte su protagonismo con sus compañeros en aras de una obra más coral y creíble.

Espectáculo para los sentidos que no deja un momento de respiro y obliga a estar siempre atento descubriendo cosas. Cuando no hay acción trepidante, se revela alguna sorpresa del pasado o aparece alguna información relevante para la evolución de la trama. Todas las piezas encajando entre sí como los engranajes de un reloj con unos efectos especiales de una vistosidad natural perfectamente integrada. Hasta los inevitables golpes de humor están trabajados y funcionan con eficacia. Una inesperada genialidad que se disfruta todo el metraje.
OsitoF
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow