Sin ser ningún experto en el tema, simplemente un espectador del montón que no se ha leído el libro y sólo ha visto fragmentos aquí y allá de la peli de Disney y de otras series (entre unas y otras me he hecho una aproximación de la historia ‘oficial’), llegué a la conclusión de que “Alicia en el país de las maravillas” no sólo era entretenida y resultaba interesante a la vista, sino que Burton ponía su indiscutible talento al servicio de la obra universal de Lewis Carroll logrando un producto respetuoso con el libreto y, a la vez, impregnado hasta el tuétano de su personalidad. La desbordante imaginación colorista de la cinta y su fantasía rayante con el delirio, estaban en consonancia con lo que se esperaría de la adaptación de una obra tan compleja y sus conceptos artísticos a la hora de presentar al Sombrerero Loco, a los gemelos o a la Reina de Corazones eran perfectamente coherentes con su trayectoria y las expectativas.

“Alicia a través del espejo” me deja un poco más frío. Por más vueltas que le doy buscando palabras, la palabra a la que termino llegando siempre es «continuista» pero sin tener claro si es en el sentido positivo o negativo. Quizá el problema está en que, si bien todos tenemos en mente la historia de lo que sería el primer libro de Alicia, su continuación no ha gozado de demasiada notoriedad audiovisual, de modo que no está tan claro en esta secuela qué es adaptación, qué es licencia y qué es, directamente, invención. En la primera entrega los dos primeros conceptos estaban tan integrados que disimulaban y hacían aceptable al tercero. En esta continuación no apostaría absolutamente nada: puede ser una transcripción libro-pantalla perfecta como puede ser un absoluto «quítate tú, Carroll, para ponerme yo» , como puede venir lastrada por la idea de hacer una película de Burton sin Burton. “Alicia a través del espejo” es clara hija de “Alicia en el país de las maravillas”... pero con las ideas menos claras o con menos ideas.

Lo que es la película en sí adolece de un ritmo un tanto irregular. El paso de un hito al siguiente, de una escena a la siguiente, o la presentación de personajes no es tan fluida como en su predecesora y, por momentos, no es ni siquiera fluida. ¿Culpa de una obsesión mal entendida por imitar a Burton? ¿De Carroll? ¿De los dos? A cambio, los efectos digitales siguen siendo potentes y el arte conceptual mantiene la línea, por lo que logra una sensación de cohesión con su predecesora de la que se beneficia la producción. Además, cuando coge velocidad de crucero también logra momentos trepidantes y Johnny Depp está fantástico (como cada vez que le meten tres kilos de maquillaje y veinte filtros en la cara) así que la película se deja ver sin problemas. Pero sí, por algún motivo, el conjunto tiene un cierto aire de tristeza, de cimientos poco sólidos sobre los que el resto de elementos tienen que hacer equilibrios para sacar adelante sus papeles y sus historias. Quizá el libreto no era tan potente o sólo Burton hubiese podido hacerlo funcionar. Una vez que se ha visto la primera entrega no hay motivo para no ver esta segunda parte y quedar satisfecho, pero no deja las mismas sensaciones.