Película juvenil que catapultó a Emma Stone directamente a la mesa de los mayores del mundo cinematográfico. Aún tendría que hacer alguna parada técnica interpretando de hija de protagonista o novia de hijo de protagonista hasta ser la estrella que es hoy, pero se ahorró los trámites de hacer series, programas Disney y pelis de adolescentes.

Curiosamente, como película, “Rumores y mentiras” ha ganado puntos con los años, pasando de ser, en su momento, un artificioso juego de enredos y gamberradas aliñado con bulos, amoríos adolescentes y redes sociales a una predicción a la que el tiempo, sorprendentemente, ha dado la razón. Naturalmente su tono es ligero y de comedia, pero su punto de vista sobre el bullying y las fake news resultaron visionarios y se puede aplicar a cualquier centro educativo actual. Pero sin duda la película es ella, Emma Stone. Nunca la he considerado santa de mi devoción, siempre tan absolutamente perfecta en todo, pero es innegable que tiene ese magnetismo (en lo físico y en lo que trasciende lo físico) que inunda cada plano y hace mejor todo lo que toca. Inteligentemente, “Rumores y mentiras” gira absolutamente en torno a ella y es rara la escena en la que no salga poniendo miradas o gestitos. Win-win de cajón.

Al final, entre unas cosas y otras, la película deja la sensación de estar por encima del nivel habitual del género adolescente y de haber tratado temas complejos con bastante criterio y cierto gusto. Más que otras producciones de intenciones más solemnes y tono más grave. Interesante.