“Retornados” plantea el típico trampantojo del cine independiente cuando quiere hacer ciencia-ficción sin demasiados medios: montar un contexto de lo que se tercie (distópico, futurista o apocalíptico) de manera discursiva, con actores describiendo el universo en el que se desarrolla la historia a través de sus diálogos o expresiones, mientras que la acción en pantalla queda confinada a la sala de mando de una nave espacial (que nunca se ve desde fuera) o una casa de la que no se puede salir porque afuera sólo hay monstruos (que se oyen pero no se ven).

No tengo claro que en este caso se pueda hablar de ‘cine independiente’ como tal, pero el concepto es similar: una mezcolanza de géneros de bajo coste que cristalizan en un melodrama con trasfondo de apocalipsis zombi. “Retornados” cuenta de una manera casi teatral los conflictos habituales en este tipo de situaciones, lo duro de convivir con alguien infectado al que puede que tengas que decir adiós en cualquier momento, las duda de si la vacuna dejará de ser efectiva, el no poder compartir tus recursos con otros necesitados… Todo se desarrolla en el marco del hogar familiar, mientras que de lo que sucede en el mundo exterior nos enteramos por las noticias de una radio convenientemente encendida o por una charla con un vecino. No se llega a ver afectados más que de manera difusa y tangencial en oscuros videos caseros de mala calidad que casualmente emite un aparato de televisión o el youtube de una tablet.

En su momento me pareció una película interesante, pero algo flojita. Sin rumbo, sin terminar de avanzar hacia algo que no fuese otro drama que vivir mientras el reloj avanza hacia el inevitable final. Cada escena termina con la promesa de que en el siguiente acto habrá algún tipo de novedad, que veremos zombies, que habrá peleas, que participaremos en la investigación contra la enfermedad, que asistiremos a alguna aventura o algún desafío, pero no, sólo trae más de lo mismo, más dilemas sobre los límites al instinto de supervivencia, más llamamientos a aprovechar el tiempo. Pero, curiosamente, el caso es que la película ha envejecido bastante bien porque, visionariamente, planteó (varios años del COVID) el escenario de una pandemia que transformaba a la gente en eso, en zombies, salvo que se les administrase una vacuna proporcionada por el estado y de la que empezaba a haber carestía. Vamos, unos guionistas con más capacidad de previsión que el noventa por ciento de los ministros y asesores sanitarios occidentales.