Arriesgó Clint Eastwood intentando lo que nadie había ni siquiera considerado intentar: llevar a la pantalla la biografía de uno los personajes más controvertidos de la historia de Estados Unidos. Como era de esperar, la película más resultó igual de controvertida y terminó siendo la que, probablemente, más críticas negativas le ha reportado en su carrera. Pero no por la película en sí, que está hecha con la misma profesionalidad, ritmo narrativo y fuerza visual de siempre (por no hablar de las espectaculares interpretaciones), sino porque hiciera lo que hiciera, los partidarios y detractores de J. Edgar Hoover iban a echarle en cara el pasarse o el quedarse corto.

Y es que, a estas alturas, yo creo que nadie sabe quién era realmente Hoover. ¿Fue el visionario que revolucionó las técnicas de investigación y apostó por la creación de una fuerza policial superprofesional e incorruptible como el FBI? ¿Fue una especie de comisario Villarejo, ministro de las cloacas del Estado? ¿Fue un brillante investigador o manipuló su expediente de servicio como han hecho recientemente algunos políticos españoles, con su Presidente a la cabeza para dar ejemplo? ¿Está su figura más cerca del comisario Amedo o de el comisario Montalbano? Lo cierto es que nadie lo sabe. Fue una persona siniestra que se movía en las sombras, entre bambalinas y que se aseguró de que todo lo que se conoce relacionado con su vida no sean más que rumores y habladurías. Para algunos fue un egomaníaco tarado que mangoneó a seis o siete administraciones y para otros un héroe que contribuyó decisivamente a evitar que el comunismo invadiese la raíz del pueblo americano.

El gran mérito de la película es condensar tanta información en apenas dos horas y cuarto de metraje. Y es que la película arranca con un Hoover poli novato en los años veinte y termina con su muerte a principios de los setenta en la cima del poder en la sombra. Entretanto, cincuenta años de trepar y trepar, de sobrevivir, de malmeter y de ampliar su parcela de poder, contados con Leonardo DiCaprio en primer plano y los acontecimientos más relevantes de la historia de EEUU en segundo.

Y, quizá, su gran problema es que no toma una sola decisión sobre la vida del personaje. No se pronuncia ni una sola vez sobre nada que pueda ser considerado polémico. ¿Era gay? La película lo medio confirma durante gran parte del metraje para recular en el último momento. ¿Se inventó su CV? Se da a entender que no para acabar dejando entrever que sí. Y así con todo. “Parece que sí, pero yo no he dicho nada”. Vamos, que hay que ver la película con varias biografías y la wikipedia a mano.

Pero como película, en lo estrictamente cinematográfico, es estupenda. Clint Eastwood tras la cámara en estado puro. Una gran historia muy bien contada, que es de lo que se trata. Y muy bien interpretada, insisto, hace falta mucha calidad interpretativa para estar en primer plano en casi cada minuto de las dos horas y que no te hagas pesado o repetitivo. Y para mantener la expresividad con kilos de maquillaje encima.