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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
6
Drama Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones. Para su ... [+]
17 de noviembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Triers pertenece a esa categoría de cineastas que te hacen pensar en lo difusa que es la frontera que separa la genialidad de la estupidez y lo mucho que cuesta distinguir al innovador del trilero. Tuvo una primera etapa en la que, como uno de los ideólogos del manifiesto ‘Dogma 95’, la mejor definición de su arte quedó plasmada en “La hora chanante” cuando su imitador Joaquín Reyes se arrancaba las gafas con una fingida mezcla de solemnidad e indignación y las destrozaba con grandes aspavientos acusándolas de representar todo lo que él odiaba por distorsionar la realidad (aun a costa de permitirle ver con nitidez dicha realidad, claro, ahí estaba el chiste). Desde entonces, mayormente, ha hecho lo que le ha brotado del ciruelo y, curiosamente, no suele brotarle nada que no escandalice a unos a otros por un motivo o por otro. ¿Artista controvertido o un artista que busca y se aprovecha de la polémica? Pues igual que hay casos parecidos de cantamañanas donde el diagnóstico es meridianamente claro, con Lars Von Triers no sabría decir. De hecho, creo que la generalización no es posible y hay que ir película a película separando el polvo de la paja. Así, encontraremos truñacos como “Bailar en la oscuridad”, genialidades como “Dogville”, estupideces como “Los idiotas” o cosas incalificables como “Melancolía”.

Entrando en lo que es el díptico “Nymphomaniac”, su marca distintiva, el elefante blanco en la habitación, son sus escenas de sexo explícito. Unas escenas bastante abundantes y totalmente prescindibles que tienen mucho de travesura, de provocación, de querer dar que hablar. Prescindibles en el sentido artístico de la narración, me refiero, porque está claro que una película sobre la adicción al sexo sin escenas de sexo sería incomprensible. A lo que voy es que Von Triers podría haber recurrido perfectamente a cualquiera de los trucos habituales para no violar los tabúes de películas generalis (no enseñar vulvas, no erecciones, no penetraciones, eyaculaciones, etc…) y buscar encuadres ingeniosos o no enfocar según que cosas y cualquier espectador inteligente se haría a la idea de que allí hay tomate sin necesidad de enseñar todo el mazapán. Pero está claro que entonces la película correría el riesgo de pasar desapercibida sin acaparar reseñas de críticos escandalizados por recurrir a un truco tan barato o encantados con la valentía por romper supuestas censuras puritanas. Probablemente, la explicación no sea única sino un compendio del ya mencionado gusto por la transgresión, de cumplir con las expectativas que se atribuyen a ese personaje que Triers se ha construido y también para proponer un juego al espectador, un esfuerzo para que vea más allá de personas follando e intente llegar a lo que el director quiere contar.

Porque aquí está la clave de este tipo de películas. ¿Tienen realmente algo que contar o es todo una gigantesca performance para recaudar en base a la controversia? Pues yo diría que “Nymphomaniac” sí tiene algo que contar aparte de lo que es la documentación de las vivencias de una adicta al sexo, de cómo condiciona su vida el estar siempre pensando en lo mismo, como afecta a sus relaciones y a su forma de ser. De alguna manera, como suele ser habitual en el cineasta danés, muchas escenas aparentemente vacías (o llenas de sexo en este caso) ocultan reflexiones personales acerca de la culpa, el castigo, el dolor, el perdón. la hipocresía o la redención. Y es que Triers, aunque lo disimule bajo capas y capas de prepotencia y patochadas narrativo-visuales, tiene una concepción bastante negativa de la naturaleza humana (y bastante acertada, en mi opinión) en la que todos somos esclavos en mayor o menor medida y lo ocultemos más o menos de nuestros más bajos, crueles y sórdidos instintos y siempre termina haciendo que sus obras giren en torno a ese concepto.

“Nymphomaniac” no es una excepción, aunque lo reserva para la segunda parte… y para aquellos que sean capaces de ir más allá de las secuencias pornográficas y estar atentos a la narración (no es fácil seguir el hilo durante cuatro horas) y a lo que sucede cuando los protagonistas van vestidos.
OsitoF
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