La estructura es la típica del western de toda la vida e incluso es posible que la historia ya la hayamos visto: el servidor de la ley que tiene que trasladar a un más que presunto delincuente hasta el penal o hasta el juzgado, siendo acosado por los compinches que quieren liberarlos, las víctimas que lo quieren linchar y los chiricahuas o los shoshones que quieren matarlos a los dos. Lo bueno es que coloca las piezas en una situación privilegiada para, además de aceptar toda la acción que le quieras meter, abordar toda clase de conflictos: ¿Hasta qué punto importa el deber ante unas órdenes injustas o sin sentido? ¿Merece la pena jugarse la vida para proteger a un miserable al que, probablemente, acaben colgando? ¿Es posible hacer un viaje tan largo sin acabar empatizando con el prisionero?

“Lejos de los hombres” hacer pasar esos elementos por un barniz francés, de modo que la cárcel de Yuma y las praderas de Wisconsin son sustituidas por el desierto del Norte de África, los indios son los bandidos del desierto y los forajidos son insurgentes argelinos. Más aún, la película adquiere un inevitable corte intimista en el que los protagonistas, escolta y escoltado, se ven obligados a conocerse, entenderse y ayudarse ante las adversidades que les aguardan. Y también adquiere realismo, ya que sin renegar de la acción, los tiroteos y peleas vienen precedidos, como ocurre en la vida de verdad, por intimidaciones, amenazas, discusiones y enfrentamientos verbales antes de acabar en un violencia que pocas veces tiene algo de heroico, como pasa en las películas, sino que casi siempre son emboscadas traicioneras, disparos por la espalda y navajazos en la oscuridad.

La película saca partido a los majestuosos silencios del desierto rojizo y pedregoso del Atlas, a su vacío inconmensurable, para utilizar al paisaje como un protagonista más y meter componentes épicas a una película que, con una visión algo más comercial, podría haber tenido un punto de epopeya y se queda en aventura emocional con mucho drama. “Lejos de los hombres” está bien hecha, está bien contada y es recomendable según las circunstancias y el público. Es un western de los de ahora que requiere paciencia y no esperar algo trepidante, sino creíble.