‘Innecesaria’ es el adjetivo más socorrido por la casta de críticos profesionales para describir una segunda parte. No digo que no tengan razón en ocasiones, pero diría que su uso sistemático obedece a un intento por desacreditarlas de raíz bajo la premisa de que sólo se hacen secuelas de películas comerciales - el Cine Auténtico es cien por cien original y no permite continuaciones, sería una traición del autor a sí mismo-.
Más que innecesaria, “Cómo acabar sin tu jefe 2” era inevitable. Si algo funciona, lo normal es estirarlo y lo que hay que valorar no es si es digno o indigno de la Historia del Cine sino si es digno o indigno para el espectador. Y la película lo es. Empeora, como es normal, porque pierde el factor sorpresa, porque ha generado unas expectativas difíciles de cumplir y porque era complicado reunir el elenco de secundarios que imprimió tanto carácter a la primera parte. Es cierto que todos aparecen, pero mucho más diluidos, probablemente por problemas de agenda y por la complicación de integrarlos en una trama condicionada por tener que continuar donde se quedó la precuela. Aún así, lo escaso de sus apariciones es motivo más que suficiente para justificar su visionado.

Hay nuevos famosetes para compensar, sí, pero se quedan cortos a la hora de rellenar los minutos mágicos que Spacey o Farrell (Aniston y Foxx sí mantienen su nivel de participación). En todo caso la película sigue funcionando. Con algo menos de fluidez, pero te terminas riendo durante gran parte del metraje. A veces más, a veces menos, a veces con una sonrisa y a veces con una carajada. A veces con ganas y a veces con algo de vergüenza ajena. ¿Innecesaria? Para nada, el buen humor nunca sobra. Algunos críticos profesionales sí que son innecesarios.