En términos estrictos cabe hablar de profanación o incluso de prostitución intelectual. “Yo Frankenstein” es una revisión del mito de Frankenstein tan deconstructora y revolucionaria que no tiene nada que ver con el planteamiento original. ¿Lo bueno? Que desde luego sorprende y nos ahorra pasar por los lugares comunes esperados y aburrirnos con la misma historia contada de otra manera. La historia ya no se centra en lo ético o no de crear vida y las imprevisibles consecuencias que ello pueda tener, sino en qué fue del monstruo 200 años después de la historia canónica ¿Lo malo? Que cuesta ver en este Frankenstein algo que tenga que ver con la criatura patética e incomprendida que sólo quería vivir ya que la leyenda se ha reinventado hasta convertirla en una pieza esencial en una supuesta guerra entre demonios y ángeles transmutados en gárgolas. ¿Cuánto hay de licencia creativa y de querer ir un paso más allá y cuánto de puro afán comercial por reconvertir al mito y explotar su nombre en lugar de trabajar un personaje nuevo desde cero? Pues no me tiréis de la lengua que me conozco.

La película empieza enlazando con la historia original del monstruo aborrecido por su creador que intenta quitarle la vida y se ve obligado a huir. Reconozco que es una introducción trabajada y deja la narración en el punto deseado: un monstruo liberado suelto por el mundo listo para empezar a escribir su propia historia. Una historia que tampoco está mal, la de dar sentido a su vida cazando demonios con la ayuda de unas gárgolas puestas por Dios para contener al infierno. Es un giro de 360 grados pero bueno, hay abundantes diálogos y explicaciones que hacen la transición menos dolorosa y es una historia plagada de peleas en la que la excusa de las gárgolas voladoras permite unos planos aéreos espectaculares de la ciudad y de la catedral.

Cuando he vuelto a ver la película hace poco, al cabo de media hora he consultado qué nota le puse hace varios años y me sorprendí viendo que tenía un cuatro, un regular. Y es verdad, no recordaba mucho de la película, sólo la sensación de decepción que he sentido estos años cada vez que he pensado en ella por algún motivo. «No puede ser», me dije. Esta película está superentretenida. Los efectos digitales son muy abundantes, no han escatimado y, aunque se les nota cierta obsolescencia (tampoco tanta, siguen siendo decentes, pero tienen ese aire de la primera década de siglo que provoca cierto chirrido mental) cumplen de sobra y hacen sentir que estás ante un gran espectáculo.

Pero, aunque la acción no decae, la parte narrativa se queda sin fuelle más o menos a la mitad. Si bien los buenos, las gárgolas, son personajes bastante consistentes y atractivos, los malos, sobre todo el demonio principal, son sólo los típicos villanos previsibles hasta la tontuna. De hecho, los secundarios como Miranda Otto y Jai Courtney, con todas sus limitaciones interpretativas, transmiten más interés e intensidad que unos Aaron Eckhart o Bill Nighy a los que, siendo manifiestamente mejores actores, no se les ve muy cómodos (mucha, mucha desgana) en papeles alejados de sus registros, quizá intuyendo que se habían embarcado en una obra menor que no iba a pasar a la historia.

Además, a los tres cuartos de hora, tras el clímax de una escena de batalla impresionante, la trama deja de tener una dirección clara y empieza a dar vueltas yendo y viniendo de un sitio a otro sin excesivo sentido más allá de hacer tiempo entre pelea y pelea. Llegando al final, entendí esa nota que le puse hace años y no cambio de opinión, es una película regular tirando a pasable, que entretiene gran parte de su metraje, pero que se queda lejos de pasar a formar parte de mi colección de clásicos de ciencia ficción. No es una película que defraude o ponga de mal humor, pero sí que decepciona por lo que pudo haber sido.