Por su trayectoria como director (varios episodios de “Sexo en Nueva York”, “Sexo en Nueva York, la película”, “Sexo en Nueva York, el documental”, “Inside Sexo en Nueva York”…) y productor (lo mismo y un poco más) Michael Patrick King era sin duda la opción ideal para llevar las riendas de esta segunda parte. Y desde luego no se puede negar que ha sido respetuoso con el espíritu de la franquicia porque le pidieron que hiciera una película fiel a la serie y lo que ha hecho es encadenar cinco o seis episodios de golpe generando una larguísima película con los mismos discutibles valores de siempre.

Aunque quizá hablar de valores en esta película sea un poco… digamos… aventurado. A ver, pelear por salvar tu matrimonio, compaginar trabajo con familia o por sacar adelante a tus hijos son cosas francamente elogiables, pero que no nos vendan la moto, pongamos las cosas en contexto:

* Charlotte (la mojigata) tiene dos niñas, grandes ahorros, un marido que gana un pastizal y una niñera. Pero no puede con todo porque durante las dos o tres horas al día que libra la niñera, su casa se desmorona e incuso sus niñas pre-púberes le manchan sus falda vintages. La pobre a veces llora.

* Samantha (la zorrona, perdón, la que no tiene complejos) ha cumplido los cincuenta y sufre la menopausia. Con los tropecientos mil dólares que gana al año puede permitirse (y se permite) toda clase de tratamientos para no envejecer, pero sufre indeciblemente cuando pasa siete días sin ellos. ¿Cómo hace el resto de mujeres que carecen de sus medios? La película no se lo explica.

* Carrie (la reina) se ha casado y ve peligros para su matrimonio en cada esquina. Si no salen a cenar a sitios caros cada día es que la chispa decae… y si salen y su marido charla con Penélope Cruz para no aburrirse miserablemente mientras ella habla con sus amigos, entonces es que su pareja no la apoya. Ser tan intelectualmente superior que ver la tele es decadente es una cruz que la película nos muestra en todo su esplendor.

* Miranda (la sabelotodo) ve peligrar su trabajo cuando le toca un jefe dictador, pero gracias a sus amigos, en lugar de ganar chorrocientos mil dólares al año en un trabajo alienante consigue un trabajo mejor remunerado con un trabajo más llevadero.

Así que, para paliar tanto sufrimiento en el Paraíso, tanto sinvivir de la Moraleja y tanto chonerío disfrazado de Prada, las cuatro se van a pasar siete días de lujo en un hotel de superlujo con todos los lujos pagados. Aquí la película adopta un tono más liviano y jocoso, aunque sin dejar de lado sus responsabilidades de denuncia social sobre como las mujeres son tratadas en los países árabes: la única parte de su anatomía que pueden mostrar en público son los ojos, lo que les impide lucir sus bolsos de Gucci, sus Manolos, sus atuendos de Dolce&Galbana en público (natualmente, Carrie y compañía solo tienen contacto con la clase alta-altísima de Arabia, pero eso no desmerece el responsable y fidedigno retrato de la situación de la mujer en el mundo árabe).

En fin, menudo panorama; moralmente, un insulto en los tiempos que corren. Decir que es pija es quedarse corto; decir que es frívola es quedarse muy corto; decir que ofrece una imagen superficial de las personas trabajadoras (no solo de la mujer) es quedarse a años luz… aunque decir que es un truño es pasarse. Seguro que aún queda por ahí más de un seguidor de la serie y esta película hará sus delicias… pero hay que alejarla de mentes sugestionables y de espectadores que no lo estén pasando bien con la actual coyuntura económica.