Tiene todo lo que se le puede pedir a un biopic o, al menos, lo que yo le pido: que el protagonista sea alguien con una historia que merezca ser contada, que ponga el foco en los logros de esa persona (no en sus miserias personales) y que esté rodada pensando en la gran pantalla (no en terminar siendo una miniserie o un telefilm). De lo primero no hay mucho que discutir, pocas figuras en la historia de la tecnología y los negocios hay más fascinantes que la del fundador de Apple. Tampoco hay dudas en cuanto a formato: su reparto es conocido y su puesta en escena están fuera de toda sospecha y son dignos de cualquier película en cartelera. En cuanto al enfoque es el que yo esperaría en las recreaciones biográficas, recorriendo de manera bastante aséptica los puntos más destacados de la carrera profesional de Jobs y entrando lo justo en su personalidad (de la que, al fin y al cabo, sólo tenemos referencias, suposiciones y apreciaciones) como para trazar un perfil del personaje con aquellas particularidades en las que, prácticamente, todos coinciden y están aceptadas como canon.

Así pues, “Jobs” me dejó unas sensaciones francamente positivas, a nivel de entretenimiento y a nivel divulgativo. La película tiene buen ritmo y tiene el nivel narrativo correcto como para que los tekkies disfruten con la escenificación de ciertos hitos en la historia de la informática sin que la gente ajena al mundillo se sienta fuera de lugar. En lo biográfico, muestra a un personaje duro hasta la crueldad y brillante hasta la genialidad, dubitativo en lo personal, obsesivo en lo profesional, imperfecto y perfeccionista, pero la película consigue lo que no todas alcanzan en su género: credibilidad, que todas aquellas licencias y asunciones que realiza la película a la hora de escenificar conflictos se puedan considerar como la realidad más probable.

Es inevitable no caer en la comparación con la “Steve Jobs” que vio la luz dos años después con la clara idea de convertirse en la biografía de referencia del personaje y, siendo sinceros, no hay color. “Steve Jobs” tiene más de todo: un director de los grandes, un guionista de los grandes, un actor de los grandes y un presupuesto de los muy grandes. Pero con toda la desproporción de recursos entre una y otra, “Jobs” no sale tan mal parada como unos premios Razzie tan desprestigiados como injustos puedan querer hacernos pensar. Es verdad que Sorkin da a su obra una dimensión de grandeza a la altura del personaje, pero también se dispersa en anécdotas de demasiado bajo nivel o introspecciones de cuestionable rigor que penalizan bastante su ritmo y diluyen el mensaje. Quizá la factura general de “Jobs” sea paradójicamente convencional al abordar la vida de un visionario, pero el resultado es tremendamente conciso y divulgativo.