Trasnochado intento de comedia cuyo único interés reside en tratar de entender cómo pudieron convencer a actores más que decentes como Damian Lewis, Charles Dance, Zoey Deschanel, Justin Theroux, James Franco y, sobre todo, Natalie Portman para formar parte de un truño semejante. Más aún, con qué chantajearon a Portman para que rodase una escena en la que enseña el culete sin venir a cuento (realmente lo enseña su doble de cuerpo, pero da lo mismo, la que firma la escena es ella y su reputación).

“Caballeros, princesas y otras bestias” tiene ese tufillo, propio de producciones del siglo pasado, a falta de planificación y exceso de confianza en lo que pueda surgir de juntar a un grupo de actores razonablemente conocidos y ponerles a improvisar. Como si la falta de un guion solvente pudiese ser compensada por la popularidad de ciertos nombres famosos o como si el público fuese tan simple y se fuese a reir ante la primera mueca, mohín o mirada lánguida de una cara bonita. Quizá eso pudiese valer en ciertos momentos del pasado donde ir al cine era un hito o ver una película en TV un acontecimiento familiar. Pero para su desgracia, “Caballeros, princesas y otras bestias” llega en una época donde sobran títulos en las carteleras y en las parrillas televisivas y, simplemente, no da el nivel mínimo.

Nunca debió ver la luz. Tan confusamente horrible como zafia y chabacana, no cumple los requisitos organizativos de una película, como una oración en la que el sujeto no concuerda con el predicado. Hay funciones de teatro de fin de curso en los colegios más coherentes que esto. Los pocos gags preparados son infantiles, el humor gestual obsoleto y la mayoría de los chistes, que intentan ser picantes y provocadores, dejarían indiferente a un niño de primaria. No tener ni la más mínima gracia es malo, pero lo peor es cuando la película trata de ponerse seria y desarrollar un mínimo de argumento, moviendo a unos personajes por distintas localizaciones como pollos sin cabeza, sin saber muy bien qué caras poner o qué tono dar a unas líneas de diálogo que no encajan entre escena y escena.

Hacía tiempo que no tenía la oportunidad de utilizar el adjetivo cutre, pero es el que mejor encaja aquí. Afortunadamente, ya no se hacen películas como esta. Nivel de truño: avergonzaría a Jack Black.