Digan lo que digan, le pese a quien le pese, hay una realidad aplicable a todos los órdenes de la vida y es que el tamaño. Importa en la vida en pareja, importa cuando vas a Carrefour e importa cuando haces una película. Difícilmente el tamaño del presupuesto hará que un truño deje de serlo (como mucho podrá perfumar un poco la peste) pero sí creo que el presupuesto, o su carencia, puede hacer que una muy buena película se quede en aprobadillo o que una obra maestra se quede a las puertas.

Argumento y guión son de esos soplos de aire fresco que de vez en cuando nos ofrece el mundo del cine: un convincente mundo futuro en el que los vampiros son la especie dominante, aunque con problemas de supervivencia, y los humanos viven como refugiados… que, para variar, es perfectamente verosímil gracias a una soberbia introducción que cuenta lo justo para crear un marco social, político e incluso legislativo pensado y solvente como pocas veces se ha visto. Frente a los caza-vampiros de “Blade” y las andanzas tecno-sensibloides de los seres superiores de “Crepúsculo”, “Day Breakers” ofrece realismo y cotidianidad en la

Desgraciadamente la puesta en escena se ve limitada por la falta de dinero para efectos digitales, medios técnicos, tiroteos, maquetas en condiciones y explosiones realistas. Porque aunque el dinero tan solo fue suficiente para reclutar a dos actores que han conocido tiempos mejores pero que no dejan pasar la oportunidad de mostrar su profesionalidad (Ethan Hawke y Sam Nelly), no es en el reparto donde se dejan ver las limitaciones monetarias sino en las persecuciones cutres, los tiroteos contando las balas gastadas, la falta de escenas de continuidad…

Haciendo un ejercicio de sugestión la película se disfruta al margen de sus carencias, compensando mentalmente lo que le falta de espectacularidad visual pero es una pena que una película buena como ésta gane enteros si se ve con lo ojos cerrados. Un 6 que podía haber sido perfectamente un 8.