Masacrada por la crítica profesional de todo el mundo menos de Argentina (esto sí que es un fenómeno curioso y no las nevadas en Egipto), “Geostorm” es una patochada argumental que funciona en la medida que el espectador esté dispuesto a aceptar que lo que está viendo no es un drama sociopolítico sino una ficción con algún toque de ciencia en la que la idea es disfrutar de un espectáculo de acción y efectos especiales. De hecho, su punto fuerte es la absoluta carencia de pretensión de hacer algo riguroso y consistente, el espectáculo como medio y como fin, la acción por la acción con un exhibicionismo sin complejo de todo el catálogo de efectos especiales que su presupuesto le ha permitido adquirir.

Todo ello aliñado con un aire noventero que se deja ver en personajes absurdamente estereotipados con combinaciones de atributos imposibles (Gerard Butler como científico cachas, Sturgess como asesor nacional, Cornish como agente especial con licencia para amar…), tecnología colorista y poco práctica, donde por todas partes hay pantallas mostrando datos random y lucecitas parpadeando y la habitual trama de conspiración para hacerse con la Casa Blanca que hay que evitar a toda costa. El mérito de “Geostorm” es haber conseguido un espectador medio no tenga en cuenta nada de lo anterior, deje la mente en blanco y disfrute de los chistes fáciles, las chicas monas, los chicos guapos, las tormentas masivas y las explosiones multitudinarias, dando como normal que el tirillas Sturgess y el fornido Butler puedan compartir genética.

Tiene mil defectos, como bien han señalado los señores de Fotogramas o Cinemanía, pero hay un motivo para verla: se pasa un buen rato y con eso debería ser suficiente.