Dos historias paralelas en líneas temporales distintas vinculadas por unos lazos que se van descubriendo poco a poco y sobre cuya capacidad de sorpresa descansa gran parte de la credibilidad de esta “Café de Flore”. Sinceramente, creo que las dos historias son demasiado distintas como para poder mezclarse con más éxito que el agua y el aceite y, a decir verdad, ninguna despierta mi interés. Una se pasa de dramática y la otra de superficial y las revelaciones con las que su director y guionista Jean-Marc Vallée trata de integrarlas resultan demasiado elaboradas y artificiosas.

En sus mejores momentos, alguno de esos giros funciona e impregna la película del aura onírica con la que sus creadores, probablemente, siempre quisieron ambientar “Café de Flore”... pero son momentos aislados. Lo normal es percibir las realidades como dos películas distintas sin más puntos de conexión que los que nos espeta la película, generalmente con un escueto «porque sí». Deja entrever que es el fruto de una idea a la que alguien lleva mucho tiempo dando vueltas y a la que ha terminado por perder la perspectiva y pensar que es perfecta cuando en realidad sus sentidos le engañan. Y es que la factura no es mala y el conjunto deja entrever interesantes premisas y conceptos atractivos, pero no le hubiese venido mal someterla a una revisión de pares, de otros compañeros, de algún editor, para pulirla, matizarla e integrar mejor sus componentes.