Thriller que se mueve con bastante comodidad entre la intriga, el terror y la acción de catástrofes con el que es imposible no quitarse el sombrero viendo con lo que consigue con no muchos recursos y un reparto prácticamente desconocido. De hecho, se diría que transforma sus debilidades en oportunidades y, con ese elenco de caras no reconocibles (o escasamente reconocibles, siendo generoso), evita el efecto spoiler de saber que tal personaje no puede morir porque el intérprete es demasiado conocido o que aquella actriz siempre hace de villana. De hecho, es difícil que la mente no traiga a colación una película con bastantes similitudes en título y argumento, “El pasajero”, donde la presencia protagonista de Liam Neeson invitaba a descartar desde el principio desenlaces sangrientos. O “Speed”, si me apuras.

Para lo extremadamente extremo de los sucesos que plantea, un tren descontrolado con pasajeros a bordo, “El último pasajero” discurre con bastante coherencia, con personajes que tratan de solucionar la desesperada situación con los medios a su alcance y con ideas verosímiles. También los comportamientos de los Servicios de Emergencia son naturales y se ahorran extravagancias milagrosas, más bien pecan de excesivas y humanas limitaciones. Además de eficiente, la dirección de Omid Nooshin es eficaz y lleva la película hacia el terreno en el que más rendimiento le pueden dar sus recursos: una claustrofóbica investigación contra reloj que se hace más espeluznante a medida que se hace patente que resolverla no garantiza la supervivencia y es simplemente un palo de ciego.

Me gusta más el desarrollo que el desenlace, claramente el film se desenvuelve con más soltura proponiendo que ejecutando y se le ven un poco las costuras cuando no le queda otra que poner las cartas sobre la mesa en un final de traca que, con todo, está bastante bien hecho o, al menos, no desmerece de productos con más nombre.