Creo que “Un método peligroso” es la primera incursión del controvertido y, en mi opinión, dado al exceso David Cronemberg en el género de las películas de época. Y el resultado está a la altura de los estándares de calidad del cine británico en esta materia: una película elegante y sobria que se puede ver perfectamente entre “Lo que queda del día” y “La reina Victoria y Abdul” sin advertir entre ellas pérdida de continuidad en cuanto a estilo. Cronemberg se muestra muy contenido y sin deseos de trascender por encima de una obra cuyo argumento basado en hechos reales protagonizados por mitos como Sigmund Freud y Carl Jung tiene todos los ingredientes para captar el interés del público sin necesidad de alardes creativos o ataques de dirección.

La turbulenta relación entre esos dos iconos de la medicina moderna escenificada en forma de un caso psiquiátrico que hace entrar en conflicto sus diferentes teorías y metodologías, es abordada desde sus múltiples dimensiones: desde la personal hasta la histórica, pasando por la médica o la romántica que, aliñadas con un toque detectivesco y enmarcadas por una perfecta escenografía de comienzos del siglo XIX, hacen de “Un método peligroso” una película de gran solvencia en su aspecto argumental, una película que engancha incluso a los que sentimos pereza de todo aquello que gira en torno a sentimientos y emociones. Ese enfoque exitoso va acompañado de un reparto de lujo, del que se siente muy cómodo en papeles que implican documentación y trabajo de estudio para meterse en los personajes, una gran fotografía y un buen guion que hace aterrizar con competencia en la pantalla las buenas ideas argumentales. Y, naturalmente, de una gran dirección que encuentra la forma de empastar ideas de naturaleza muy distinta y presentarlas de una manera cohesionada, comprensible y cómoda de ver.

No es la clase de películas que voy a ver al cine, pero por circunstancias que no vienen al caso terminé pagando la entrada por “Un método peligroso”. Y no lo lamenté. Es una película que atrapa tu atención y no la suelta aunque parece que no esté pasando nada en la pantalla, de las que te hace luego buscar información sobre lo que has visto para contrastar o para ampliar conceptos. El cine también es esto, divulgación compatible con el entretenimiento.