Biopic con mucho sentido del espectáculo y un ritmazo sobresaliente sobre James Hunt, piloto de F1 en la época que los pilotos de carreras eran héroes humanos, casi semidioses, que se daban la vida padre mientras seguían siendo accesibles a unos aficionados y aficionadas que los idolatraban (sobre todo estas últimas). Hay presupuesto, hay una gran historia, la dirige el gran Ron Howard, uno de los cineastas más respetuosos con el público, al que se le ve disfrutando como un enano rodando taquicárdicas e hiperrealistas carreras de coches y la protagonizan los carismáticos Chris Hemsworth y Daniel Bruhl cuyos perfiles, de por sí, sin esfuerzo, encajan en los papeles que encarnan así que, ¿qué podría salir mal?

Absolutamente nada. Con esos mimbres era complicado hacer una mala película y, aunque sí es verdad que otro director podría no haber sacado el máximo partido al material técnico y humano o haberlo sometido a enfoques menos acertados, “Rush” tuvo el acierto de contar con un Ron Howard que no es de los que desaprovechan los balones muertos en el área pequeña. Aunque la historia gire alrededor del vividor Hunt, sabe construir un épico duelo de antagonistas con otro genio de las carreras, Nikki Lauda, en las antípodas de su personalidad y su conducción. Donde uno era un improvisador que aprovechaba cada segundo de la vida, el otro era el monje calculador y perfeccionista ideal para crear la clase de rivalidad personal y deportiva de las que enfrentan a seguidores de uno y otro y tertulianos a favor de uno y otro.

“Rush” juega a dos bandas: la parte personal, el conflicto entre las dos grandes figuras del momento y la adrenalínica, la de carreras de infarto perfectamente coreografiadas y recreadas con notable rigor histórico. Aquí la película tiene la suerte de llevarnos a una época en la que la F1 era un duelo de máquinas y pilotos, no el actual campeonato de ingenieros y pilotos-robot en el que, dentro de poco (cuando se retire Fernando Aloso, el único que hace cosas diferentes y altera las previsiones), es posible que ni se llegue a dar la salida y una IA proporcione los resultados en base a simulaciones. “Rush” nos hace vivir una época en la que el factor humano era tan importante como el mecánico y los estilos de conducción marcaban tantas diferencias como la velocidad bruta, lo que asegura escenas emocionantes y secuencias de gran belleza.

Acción, humor, compañerismo, rivalidad y anécdotas históricas. Y muy bien hecha y presentada. Al contrario que la F1 actual, que no soy capaz de pasar de la vuelta 3, no da un respiro y entra sola, se ve sin apenas esfuerzo: puedo quedarme a verla siempre que la echan en la tele.