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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
7
Acción. Thriller En Nueva York, John Wick, un asesino a sueldo retirado, vuelve otra vez a la acción para vengarse de los gángsters que le quitaron todo. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes misterios de la década (en términos de cine) es cómo una película aparentemente cien por cien convencional con un argumento que se podría considerar pasado de moda a finales de los noventa, pudo poner de acuerdo a crítica y público hasta el punto de poder oír por ahí de ella en términos de «película de culto». Ojo, que no hablamos de las habituales películas de culto kazajistaníes o danesas sobre el misticismo de la infancia o el viento meciendo el trigo de la estepa. No. Hablamos de los habituales críticos rancios elogiando la típica historia del asesino a sueldo retirado que desencadena una sangrienta venganza contra unos mafiosos. Y en color. Y con peleas y tiroteos para aburrir. Y sin psicología ni silencios valorativos ni encuadres imposibles ni miradas trascendentes. Ni perspectiva de género ni estudios de diversidad. No. “John Wick” es lo que parece: Keanu Reeves repartiendo estopa y cientos de villanos recibiendo.

La explicación sólo puede estar en una tormenta perfecta de aciertos, empezando por la construcción del personaje y sus motivaciones (imposible hablar de eso sin romper la política anti-spoiler, pero de verdad que es imposible no conmoverse con su historia); continuando por una perfección técnica en la coreografía de las peleas y tiroteos y terminando por la construcción de un fascinante universo paralelo de ladrones y asesinos, con sus propias reglas y normas ubicado físicamente en un hotel de atmósfera irreal. A lo que añadiría dos cosas: primero, un decisivo sentido de la oportunidad para pulsar el sentir del público y entender que estaban demandando una película así, tan directa y noventera, para desintoxicarse de las tendencias actuales de películas independientes, intimistas, de protesta social, de reivindicación racial, de denuncia de esto o de lo otro en la que el único refugio del entretenimiento son las películas Marvel o DC.

Y, segundo, Él. Keanu. No se entiende John Wick sin ni, desde ahora, a él sin John Wick. Un papel que puede suponer a su carrera actual, algo paradilla, lo que supuso Neo al Keanu de los noventa. Su mirada de acero llena cada fotograma en una película en la que, probablemente, aparezca en el noventa por ciento de las escenas. Transmite más energía sin mover un músculo que muchos otros con todo su repertorio gestual y sigue con la vitalidad y derroche físico de siempre para saltar de secuencia a secuencia sin dejar de saltar, disparar, corer y asesinar con armas de fuergo, armas blancas, las manos desnudas o los dientes. Imposible no quererlo.

Cine de palomitas cien por cien. Acción continuada de una clase y elegancia pocas veces vista, si acaso en el cine chino o coreano, pero comprensible y con sentido. Y en las dosis adecuadas. Y por los motivos correctos. Película redonda.
OsitoF
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