Siempre he sido muy escéptico con la ciencia ficción “low-cost”, no tanto por el concepto como por la ejecutoria. Por un lado, está bien y apoyo totalmente eso de ser creativo y buscar fórmulas para recrear otros mundos, otras dimensiones, otras razas u otras civilizaciones a un precio razonable, de modo que se puedan producir series o películas al alcance de todos en SyFy sin tener que gastar las millonadas que sólo se pueden permitir los grandes estudios o las plataformas de pago. En ese sentido, puedo ser muy comprensivo y generoso a la hora de valorar ficciones tipo “Killjoys”, “Badlands” o “Dark matter” donde tengo que poner mucho de mi parte para creerme unas propuestas artísticas en las que el atrezzo, las localizaciones o los efectos especiales están reducidos al mínimo mediante la búsqueda de tramas y optimización de argumentos donde esos elementos no son esenciales. La idea sería buscar fórmulas narrativas o argumentales que desarrollen historias que transcurran en, por ejemplo, el interior de una estación espacial de Júpiter, sin dejarte un riñón en recrear la ausencia de gravedad, batallas de naves espaciales o reflejar milimétricamente la luminosidad que se tendría en ese planeta… simplemente organizando las piezas de manera que sugieran que que estamos en el gigante gaseoso y dejando que la imaginación haga el resto. Lo importante, lo que hace que me sumerja en la historia o me parezca una cutrez truñil, es que haya realmente voluntad de hacer más con menos y cierta inteligencia para llevarlo a cabo.

“Skyline” pertenece a este género de películas y está en el límite. Propone un clásico de la ciencia ficción que nunca falla, la típica invasión alienígena con ganas de hacer pocos prisioneros y, sin poner sobre la mesa efectos digitales de última generación o grandes recursos técnicos ni humanos, consigue sumergirnos en la historia de supervivencia que nos plantea. Lo hace con la inteligencia de la que hablaba en el párrafo anterior: espacios cerrados o localizaciones muy controladas y dosificación de los efectos especiales donde más impacto puedan causar, reservando una importante partida presupuestaria para la parte final que requiere más panojita. Entre medias, apenas veremos a los asquerosos interplanetarios que nos quieren exterminar, pero sentiremos constantemente su presencia a través de sombras, encuadres y mucha expresividad interpretativa para meternos en el sufrimiento de los protagonistas y que pensemos que realmente tienen los bichos al otro lado de una pared. Al final, “Skyline” supera con nota unas exigencias técnicas bastante por encima de sus posibilidades y no cojea en absoluto en lo que, a priori, parecería su mayor debilidad.

Donde si patina un poco es en que si la falta de originalidad se puede perdonar al plantear algo ya visto cientos de veces, cuesta más dejar de ver las similitudes con otra película del estilo, “Monstruoso”, del universo Cloverfield. Puede ser simple coincidencia, pero hay más de un lugar y más de dos lugares en común. Tampoco convence un final innecesariamente abierto, quizás por un ataque de genio de los autores o por falta de recursos para continuar, pero una cosa es tener un final climático y otra pegar un hachazo cuando la cosa está a punto de caramelo. Y no dejemos de cantarle las cuarenta a un reparto carente de referentes conocidos y que en lugar de dejarse la piel para agradecer la oportunidad, deambulan apáticos buscando su mejor perfil ante la cámara absolutamente fuera de la tensión que se espera del argumento.

Entretenida y aburrida, vistosa y simple a partes iguales, “Skyline” deja entrever más trabajo del que luce en pantalla. Se merece la oportunidad de, al menos, un visionado.