Típico producto de policías y ladrones que se hace agradable de ver, precisamente, por ese convencionalismo que le lleva a evitar pisar charcos complicados o meterse en jardines polémicos. Las tramas van a lo seguro y discurren por los caminos habituales de criminales de, razonablemente, buen corazón que perpetran golpes sofisticadísimos y mantienen un tenso juego del gato y el ratón con detectives comprometidos mientras afrontan tensiones y traiciones internas por la maldita codicia o por rencillas del pasado. Pero, consciente de que la película no pasará a la historia por su originalidad (ni, seguramente, por ninguna otra cosa), su director se asegura de que el espectador pase un buen rato con una factura muy seria, elegante rozando la solemnidad que crea unos personajes de cierto calado. Unamos a eso un elenco muy, muy atractivo, con el malogrado Walker a la cabeza, que pone todo de su parte para subir esta “Ladrones” varios niveles por encima de sus posibilidades.

“Ladrones” no es “Heat” pero su desarrollo es inteligente y entretiene en lo argumental. Igualmente, John Luessenhop no es Tony Scott pero sabe qué filtros meter y dónde meterlos para crear una atmósfera visual densa que vive en un crepúsculo permanente. Tampoco es Michael Bay pero saber rodar persecuciones y tiroteos. Probablemente le habría ido mejor quitando un par de clichés y dejando fluir el producto con algo más de naturalidad, pero el conjunto no es la peor opción para una calurosa noche de verano como las que nos están sacudiendo este año.