Desde su exilio europeo, Polanski nos sirve una nueva película a medio camino entre el cine y el teatro, de esas en las que unos protagonistas se pasan dos horas hablando y hablando sin apenas moverse de una ubicación, con los mínimos movimientos de cámara posibles y (para qué engañarnos) sin que apenas ocurra nada. Vale que esté rodada y que se proyecte en cines o televisión pero para mí sigue sin ser una película como tal. Eso sí, en su favor hay que decir que tampoco está tan claustrofóbicamente limitada a una única habitación como “Interview” o “The Sunset Limited” (añadiendo agobio a la intrínseca sensación de aburrimiento)… aquí por lo menos la escena está compuesta por todo un piso, el rellano y un par de planos exteriores fijos como secuencias de apertura y cierre.

A pesar de la influencia europea en cuanto a concepto y ritmo, el eje es claramente norteamericano tanto geográfica - un apartamento neoyorquino- como argumentalmente: unos padres que van a casa de otros padres a disculparse oficialmente porque el hijo de unos le ha dado un varazo al hijo de otros como respuesta a una provocación. Vamos, eso que en España toda la vida se ha arreglado con un bofetón a cada uno y un apretón de manos -pero que ahora se arregla con visitas al cantamañ… digo… psicopedagogo- y que en Norteamérica puede acabar en juicios y prisión incondicional a la que te descuides. Quizá por esto, por la lejanía social, la trama nos pueda parecer un poco exagerada y difícil de empatizar, por mucho que los cuatro buenos actores resuelvan con mucha calidad sus papeles, que la mano de Polanski haga que la intensidad no decaiga en toda la película o que su trama represente un buen retrato costumbrista de las variedades sociales de Estados Unidos.

“Un Dios salvaje” es una buena película… académicamente hablando; su “problema” es que enormemente difícil apreciarlo. Que cuatro yupies te llenen la cabeza de diferentes puntos de vista sobre la forma de educar a los niños o de que el exceso de trabajo afecta a la vida familiar o discutan a dos, tres y cuatro bandas sobre los contrastes socioeconómicos de Norteamérica no parece una perspectiva agradable después de aguantar ocho horas a tu jefe, de estar estudiando toda la tarde, de que te ignoren después de echar currículums a todas partes o simplemente después de ver la mierda de noticias de cada día.