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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
2
Intriga. Thriller. Drama En su apartamento de urbanización prototipo de Los Angeles, Sam (Andrew Garfield) anda por la vida muerto de aburrimiento. Ningún aliciente hasta ese día en que descubre a una nueva vecina sexy, deslumbrante, inquietante, misteriosa y, de repente, desaparecida. Y aún hay mayores rarezas esperando a Sam, porque por el barrio anda suelto un asesino de perros...
28 de marzo de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lo que esconde Silver Lake” es de esas películas que viven alejadas de la realidad comercial y están hechas para trascender buscando premios en festivales y la aprobación de la facción cultureta en la crítica y en el público. En otras palabras, no es una película hecha para espectadores comunes y corrientes que buscan entretenimiento y que le cuenten algo, sino que siembra el metraje de propuestas chill que no se concretan en nada, esperando que el espectador ponga de su parte y le dé un sentido. Supongo que se puede adscribir a alguna de esas corrientes artísticas actuales que consideran que el arte consiste en no transmitir una historia sino en plantear los elementos para que cada cual se construya la historia que le inspire.

Allá cada uno con sus gustos. Yo debo de ser muy tradicional porque sigo esperando que el cine me narre cosas interesantes, me haga vivir aventuras y me lleve a lugares, reales o inventados, que sean atractivos. Por eso sandeces como esta “Lo que esconde Silver Lake” me parecen bromas de mal gusto. Lo primero que llama la atención es que tarda mucho en coger forma, con escenas que son minitramas en sí mismas que se abren y se cierran en cuestión de minutos. El único nexo de unión es que se desarrollan en una de esas miniurbanizaciones con patio interior común y piscina que tanto parecen abundar en Los Ángeles, con pisos de alquiler habitados por los clichés habituales: la guapita, la vegana zumbada, el mirón y el casero malhumorado. Pero lo que llama la atención es que, si bien reconocemos el lugar físico, no parece transcurrir en nuestra realidad sino en un mundo irreal y alternativo en el que lo más normal del mundo es que desconocidos se encuentren en pasillo y entablen conversaciones sobre masturbación antes de acabar en la casa de alguno para colocarse.

Sin terminar de entender gran cosa, las vibraciones que emite esta cosa nos hacen pensar en David Lynch hubiese tratando de llevar a su universo clásicos del cine negro protagonizados por ninis con ecoansiedad climática que buscan sentido a la vida en unos tiempos apacibles y poco dados a la épica, como estos que nos han tocado vivir (por suerte). Plagada de referencias a la cultura pop, especialmente a la música de finales del siglo pasado, también es claramente reconocible la influencia de Sorrentino en la construcción de escenas y los mecanismos de fusión de imagen y sonido. Pero lo que en Sorrentino y en Lynch fluye de manera natural y auténtica (luego te puede gustar más o menos) David Robert Mitchell se lo impone a una trama que, obviamente, no tiene tiempo para desarrollar nada serio si, a cada momento, tiene que detenerse a montar un número musical psicodélico o un diálogo delirante.

“Lo que esconde Silver Lake” no tarda demasiado en volverse hipnótica, pero en el mal sentido, una película con escenas hermosas al ritmo de canciones icónicas, pero en la que no entiendes nada. Una gigantesca metáfora nihilista en la que sólo queda claro la intención de su director por trascender y hacer una película de culto. Pero claro, es que esto no funciona así, las películas de culto no nacen, sino que se hacen: el tiempo convierte en clásico una película cuando la aclamación popular y espontánea así lo establecen en un proceso que tiene mucho de aleatorio y circunstancial. “Lo que esconde Silver Lake” es el resultado de buscar un atajo y repetir la estructura de películas anteriores que alcanzaron ese estatus de culto… cosa que nunca he tenido claro que sea algo necesariamente positivo.

Y lo peor es que la película no sólo copia estructuras ya vista en otros maestros de lo exótico, sino que las repite una y otra vez. Y sin delicadeza. A Mitchell le gustó ese momento de “Un lugar donde quedarse” en la que Talking Heads hace una versión acústica en un garito de “This must be the place” mientras la gente se contonea en trance y nos machaca una y otra vez con canciones de los noventa en ambientes místicos. Le gustó lo del conejo blanco de “Matrix”… pues lo fusila, pero sin llegar a salir de la lisergia general. A ratos parece que la cosa va en plan Alicia en el País de las Maravillas y a ratos en plan “La Dalia Negra”, con notas de “Ready Player One” pero con más cutrez y menos talento.

Nivel de truño: Sin duda, un truño maestro, de culto. Eso ya sí que no se lo quita nadie.
OsitoF
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