Esta película es como el típico chiste malo, contado por un tío sin gracia que además empieza pidiendo silencio y anunciando que va a contar el mejor chiste del mundo. Y que, finalizada la actuación, en medio del silencio y las toses incómodas., lo repite poco a poco y lo explica como si fuésemos tontos.

De entrada, choca la presencia de la palabra ‘gamberro’ en el título de una película nórdica y supongo que es que cada país entiende el cine gamberro de una manera: en Estados Unidos el paradigma de sketch gamberro podría ser ese de “Supersalidos” es que un chaval se restriega con una chica en una fiesta y ella le llena la entrepierna del pantalón con sangre menstrual; en España me viene a la cabeza el gag ese de “Fuga de Cerebros” en el que un listo apuesta llenar de semen una garrafa de 5 litros; en Italia no hay gamberrada que no incluya echar un plato de spaghettis sobre alguien que acto seguido agita vistosamente las manos mientras nos llena de improperios y en Francia hacer creer que vas a llamar Adolph a tu hijo es considerado transgresor.

En Finlandia, por lo que se ve, secuestrar a los elfos ayudantes de Santa Claus y exportarlos como adornos de navidad es un festival del humor. Pues no sé… yo no le veo demasiada gracia en que me tengan dos horas de una lado para otro en motonieve (imposible ubicarte en el espacio si cada sitio tiene un nombre raro), con gente de nombre impronunciable (difícil de recordar y saber quién es quién) que habla de cosas incomprensibles (que no dudo que en Finlandia serán de lo más común), en medio de una extravagante historia cimentada únicamente en convertir al tradicionalmente bonachón Papá Noel en una especie de Satanás depredador. No digo que el planteamiento no sea original, pero el pesado desarrollo, la ejecución casera y la falta de definición (¿cine de terror? ¿comedia? ¿ecoprotesta? ¿cine inodoro, incoloro e insípido?) convierten la película en poco recomendable al Sur de Copenhague.

Se nota el trabajo y las ganas que tenía el autor de llevar hasta el final una idea apuntada en dos cortos previos, pero termina siendo muy poquita cosa. Yo me puedo fiar de los nórdicos para los edredones, los muebles y los teléfonos móviles… pero no les veo como reyes de la fiesta, salvo que comedia negra sea la forma eufemística de decir comedia sin gracia.