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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
4
Drama En plena postguerra, Pepita (María León), una joven cordobesa, abandona su aldea y viaja a Madrid para estar cerca de su hermana Hortensia (Inma Cuesta) que está embarazada y en prisión. Una vez en la capital, se enamora de Paulino (Marc Clotet), un valenciano de familia burguesa que sigue luchando en las montañas de la sierra de Madrid. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2020
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin un director valiente recoge el guante y se decide a hacer lo nunca visto en España, una película de la Guerra Civil. Y no va a lo fácil, a contentar a crítica y público con un planteamiento riguroso y documentado, sino que busca la polémica con un enfoque polémico, que no gustará a todo el mundo, en la que la posguerra española está dominada por una justicia franquista arbitraria y despiadada que ejecuta todo lo que huela a rojo y donde los últimos focos de resistencia están protagonizados por atractivos mozos de fuertes convicciones libertarias, sin afeitar y que visten atuendos a medida. ¿Qué puede mover a alguien, en este caso Benito Zambrano, a dar un paso como este? ¿Un sentimiento de obligación de ofrecer reparación moral a algún episodio supuestamente histórico que ha visto en algún reportaje de La Sexta? ¿Una llamada a regenerar la memoria histórica después de que le hayan contado algo o haya leído algo en alguna parte? Curiosamente, el cine español está lleno de episodios reales e inventados de masacres e injusticias franquistas, pero ni a ningún productor, ni a ningún director, ni a ningún guionista le han hablado nunca de Paracuellos o Cabra, pero será casualidad y el día que menos nos esperemos, habrá sorpresas.

En fin. “La voz dormida” está bien hecha, porque hoy en día el cine español ha adquirido una notable competencia técnica que le permite hacer sin esfuerzo películas visualmente interesantes, con fotografía atractiva, sonidos sugerentes, atmósferas creíbles y el atrezzo que requiera prácticamente cualquier época. También ha reunido un conjunto de actores y actrices atractivos que dan buena planta en pantalla y ponen la gesticulación requerida. Es verdad que a veces tienen peleas con la dicción, pero se suele camuflar como un tema de acento y poner en valor como una integración regionalista del personaje. En fin, que “La voz dormida”, por fuera, es lo suficientemente agradable a los sentidos como para encontrar lógico que ganase su correspondiente cuota de Goyas.

Si la forma es correcta, en lo que no engaña es en el planteamiento. Una mezcla de convencionalismo y oportunismo. Mucho oportunismo. Zambrano claramente se descarga la plantilla del Ministerio de Cultura con los requisitos para garantizar la subvención correspondiente al amparo de la tóxica Ley de Memoria Histórica: fachas por aquí, arbitrariedades por allá, ejecuciones sumarias en todo momento. Y en ese contexto mete una historia de amor de escaso recorrido, absolutamente genérica, ya vista, que lo mismo podría estar ambientada en el Toledo visigodo, la Galicia de los Reyes Católicos, el Madrid ocupado por Napoleón o la Barcelona de Colau. Por eso, a pesar de todos los mimbres, la película queda fría y desangelada, porque gran parte del trabajo de Zambrano reside en encajar un refrito precocinado en un contexto hostil.

Quizá me equivoque y esté siendo injusto con respecto de las motivaciones de Zambrano y el hombre crea en lo que cuenta, no sé. Pero es curioso que ni antes ni después del gobierno Zapatero se le han visto inquietudes guerracivilistas. Ni a él ni a muchos, pero puede que ahora tengan una segunda oportunidad. En cuanto a la película, con la perspectiva que da el tiempo, se puede decir que hasta cierto punto es el clásico producto del cine español, una película que el público valoró bien aunque no fuera a verla ni Dios y que la crítica despellejó merecidamente sin que eso le impidiera ganar Goyas. Así están las cosas, señores.
OsitoF
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