“Overlord” es un recorrido por diversos géneros - ninguno de los cuales supera la calificación de ‘pasable’- cuyo conjunto deja, por lo menos a mí, el insulso regusto de la decepción. Además, va de más a menos. El primer cuarto de la película es el más consistente, probablemente porque es una mezcla del segundo episodio de la serie “Hermanos de Sangre” y “Salvar al Soldado Ryan” con menos (mucho menos) rigor histórico y más perspectiva étnica (¿cómor? ¿paracaidistas afroamericanos en el Día-D?), en el que se han fusilado sin pudor escenas completas. Con todo, a nivel entretenimiento, esa primera media hora es razonablemente decente.

El segundo cuarto de película me recuerda a “Malditos Bastardos” y es una introducción a lo que está por venir. Es una transición hacia el género de terror de lo que empezó siendo una película bélica, con mucha psicología, mucha tensión y mucha claustrofobia: un pelotón americano encerrado en una casa de un pueblo francés que aún está en manos alemanas, pero donde se empieza a intuir que las cosas no son lo que parecen y que cosas raras están por venir. Ese cambio de género desconcierta un poco, pero la película lo resiste por los pelos. La falta de acción hace aflorar las limitaciones de un reparto con caras de esparto y frases de cartón. Tampoco los efectos sonoros de película de terror de los años 30-40, ayuda a tomarse el tema en serio (chan-chan-chan-chan a todo volumen cuando algo se mueve tras la puerta).

La segunda mitad de película es directamente el videojuego “Wolfenstein”, con nazis haciendo experimentos con monstruos y demonios y soldados repartiendo estopa en unas secuencias de acción con buenos efectos especiales en cuanto a atrezzo, armamento y sonido, pero muy mal coreografiadas y sin sentido del realismo. En este punto la película ya se ha olvidado de sus orígenes y ya solo ofrece ‘gore’, sangre y vísceras por doquier. Si empezó con alguna pretensión, se ha quedado por el camino y solo aspira a película de autocine donde las parejas se arrimen con la excusa de la violencia gratuita de la pantalla.

No sé en el cine, pero para verla en casa, se hace larga y pesada. La última media hora no aporta nada y es repetitiva cuando no directamente ridícula.