Trata de ser una de esas comedias frenéticas y alocadas en las que a los protagonistas les están pasando todo el rato toda clase de confusiones y cosas disparatadas y un gag engancha con otro gag. A su manera, vendría a ser una suerte de “Resacón” en versión typical Spanish, que aparta cualquier intención de hacer una película y se lo juega todo a ganarse al espectador a base de risas, a vender su alma haciendo cualquier cosa a cambio de una carcajada. Como suele ocurrir en estos casos, la valoración final es enormemente dependiente del espectador: habrá quien conecte con la descerebrada propuesta o con su humor o con algún miembro del reparto y el saldo entre tiempo invertido y entretenimiento obtenido le salga positivo. O al contrario y el saldo quede en números rojos.

En mi caso, ni fú ni fá. El concepto Resacón me pilla demasiado mayor o demasiado rancio y, aunque dos, tres o cuatro sketches me puedan resultar inspirados, no me compensan la hora y media restante de ridiculeces, vacíos y chistes malos. Tampoco la pareja protagonista es especialmente santo de mi devoción. Quim Gutiérrez puede ser muy guapo pero carece de alma y Ernesto Alterio, en fin, es como un sumidero de humor, una especie de agujero negro de la comedia que atrae toda la risa de su alrededor y no deja espapar ni la más mínima partícula de gracia: en su boca, chistes de contrastada eficacia son bajones de mal rollo. Sin embargo, entre los secundarios hay algún brote verde que sí da la talla y Ursula Corberó, antes de que la insufrible “La Casa de Papel” la convirtiese en una diva influencer, también tiene alguna escena afortunada.

Aunque el conjunto general es una patochada hueca, viéndola en el momento adecuado, con la compañía adecuada, dejando las expectativas en el armario y haciendo un esfuerzo para ignorar a Ernesto Alterio, puede dejar buenos momentos de los que tan necesitados estamos en medio de tanta penuria de vida. Se le puede dar una oportunidad.