Las modélicas adaptaciones cinematográficas de novelas de Neil Gaiman -"Stardust" y esta "Coraline"- me han devuelto esa agradable sensación que deja el cine de aventuras destinado a niños inteligentes, como "La princesa prometida" o "Charlie y la fábrica de chocolate". Seguro que Roald Dahl es uno de los escritores preferidos de Gaiman.

Niños no demasiado pequeños espero, porque si a mí me ha entrado canguelo con ciertos elementos tétricos, no quiero imaginar lo mal que lo puede pasar un crío de seis años. En este aspecto es curioso que sin participación de Tim Burton, y por tanto con más color y sin apenas parafernalia gótica, logre una plasmación gráfica de la maldad tan inquietante.

Hay ideas ya conocidas en el guión, pero el derroche de imaginación en cada escena y en el diseño de personajes y escenarios deja a uno noqueado en el asiento. Y si no es noqueado por las imágenes, hipnotizado por una bellísima banda sonora con amplio protagonismo del arpa que no tardaré mucho en comprar.