Creo que una de las claves más importantes para comprender esta película es conocer Londres. No me tomen por un snob, es que yo viví allí unos cuantos meses. En la capital británica la inmensa mayoría de la gente está amargada y conocer a alguien de la vitalidad de la protagonista es casi imposible. Lo que sí es más normal es encontrar sucedáneos más o menos exagerados de su antagonista, ese profesor de autoescuela que no puede evitar explotar ante las épicas vaciladas que le pega la artista de Poppy.

Dado que cada vez me dan más miedo las personas sin sentido del humor, me siento plenamente identificado con Mike Leigh, que se alza en pie de guerra contra los resentidos, con un mensaje de optimismo y un elogio sincero de la supuesta inmadurez. De paso propone una vuelta de tuerca muy original y muy graciosa a las ya de por sí excelentes comedias sociales británicas.

No siempre mantiene el ritmo y sobra alguna escena -en especial la del mendigo-, pero entre las ocurrencias de Poppy y de los geniales secundarios -esa profesora de flamenco- la sonrisa no se te va de la boca. Y no hay un solo actor que no brille. Tanto que probablemente Sally Hawkins quede encasillada por su absoluta identificación con el personaje.

Por cierto, sospecho que doblada debe perder bastante.