Algunos de los mejores directores de la historia, como Woody Allen, John Ford o Ingmar Bergman siempre aseguraron que rodaban la misma película, "su" película. Eastwood hace un tiempo que pertenece a este grupo y en "Gran Torino" directamente se decanta por un refrito de algunos de sus mejores films.

Entabla amistad con un chaval que le ablanda el corazón como en "Un mundo perfecto"; está el tono crepuscular que preside su obra desde "Sin perdón", con la que comparte parecido final; está la narración emotiva y la crisis de fe con sacerdote "pringao" de "Million Dollar Baby"; está el respeto por la cultura oriental de "Cartas desde Iwo Jima"...

Un punto a favor y en contra es su interpretación: Clint es insuperablemente carismático, pero sólo hay un personaje en su repertorio y aquí llega a rozar la autoparodia con ese Harry el Sucio de la tercera edad que se dedica a acojonar a gente 60 años más joven que él. Quizá ya era hora de dejar las frases lapidarias y la chulería del más gallito del corral.

A estas alturas, no obstante, ya nunca patina del todo y mantiene un nivel casi inalcanzable para el resto. Sigue conservando la caligafría narrativa más pulcra del cine actual, consigue la empatía del espectador hacia la historia y los personajes, y enseña una o dos lecciones sobre la vida sin apenas despeinarse.

La división entre personajes buenos y malos es demasiado explícita, pero eso también supondrá mayor conexión con el público. Hay están esos espectaculares 140 millones de dólares recaudados en Estados Unidos. Un tipo con inteligencia y olfato, el viejo Clint.