La protagonista sobrevive a varias "tormentas" de restos de satélites, a ser lanzada a la deriva en el espacio y luego rescatada, a un incendio dentro de un recinto confinado con poco oxígeno, a entrar en la tierra justo con la inclinación para no ser calcinada, a la falta de aire y las temperaturas extremas y encima cae en un lago con la costa cerca, que ni es en mitad del océano (dónde jamás podría haber alcanzado la costa) ni en la tierra (que se hubiera estrellado como en sus simulaciones).

Pero todo esto hace que lo que pase sea improbable, pero no imposible. Y todo lo que hace está maestralmente tratado por el director. En otra crítica (Paris, je t'aime) ya había escrito "Cuarón de mis amores. La historia que más me gustó, quizás la más sencilla. Como un gran mago, cómo nos conduce, nos guía, nos enreda..." y que curioso que también cuadre aquí.