Es discutible afirmar que en la vida y en el trabajo es siempre necesario el esfuerzo y la dedicación como base del éxito. No digamos ya en un mundo artístico, donde muchas leyendas parecen nacidas con un don que les proporciona una dote de inspiración y manejo único de sus cualidades. En este contexto, no es discutible que Gene Saks, director de corta trayectoria que mantuvo el tipo en los años 60, pertenece al grupo de los que se han tenido que currar la fama.

“La extraña pareja”, demuestra esta gran capacidad para aprovechar los recursos disponibles para realizar una gran película. Partiendo de la base teatral que emana de la narrativa, fue capaz de regarla con un estilo cinematográfico propiamente proletario. No hablamos de un superdotado, pero sí de alguien que exprimió los elementos hasta construir una obra de calidad. Prueba de ello, es la exposición de recursos para ofrecer una trama muy atractiva, con unos diálogos tan ágiles que no permiten que el tempo del film decaiga fácilmente. Si a todo ello añadimos que Jack Lemmon es garantía absoluta de comedia e interpretación, junto a la química que éste muestra con Walter Matthau en la pantalla, nos queda un largometraje que bien podía haber firmado Billy Wilder, poniendo de manifiesto que con trabajo también se llega al talento.