Tuvo suerte el moreno médico de no caer en la casa de unos miembros
del Ku-Klux-Klan, aunque nadie lo diría al ver las caras de los padres
de su novia cuando apareció con su permanente bronceado, concretamente
la cara de la Hepburn, por si sola, ya se merece el Oscar que consiguió.

Repite Sidney Poitier el papel de super-negro privilegiado que
ya efectuó en la también racista 'En el calor de la noche' (1967).

Una película buenista que tiene mucho de cuento de hadas.

Los padres de la novia, de holgada posición, acceden a los deseos
de su caprichosa hija, que también podría haberles llevado a
cualquier chino comunista que hubiera conocido hace tres días,
para invitarlo a cenar.

Se hace ver durante toda la película que pesa mucho el nivel
profesional del médico para contrarrestar y justificar su color,
al igual que el hecho de que pague las conferencias efectuadas
en el despacho privado, le confieran de una superior honradez
de la que otros negros más vulgares carecerían.
Un postura muy hipócrita por parte de los guionistas.

Una atrevida película de Stanley Kramer durante unos años en
los que el tema racial en E.E.U.U. parecía decir 'que no estaba
el horno para bollos'.