Una jovencita es abandonada por su madre, y debe ganarse la vida sola. Su ingenuidad y juventud no le ayudan a enfrentarse a todos los peligros que le esperan.

Esta película es muy dura, en parte por que aborda un problema muy disimulado por la sociedad: Las madres que, más allá de tener una preparación muy deficiente para ser madres, son realmente malas personas con sus hijos. Esa delgada línea entre no estar bien preparado para desempeñar el rol maternal, y ser un agresor sin consciencia, ni responsabilidad, ni remordimientos, que se sale con la suya impunemente, cómodamente amparado por una sociedad que prefiere mirar para otro lado, esa delgada línea, es cruzada más veces de lo que muchos creen, o quieren admitir.

El modo en que la sociedad “mira para otro lado”, es decir, minimiza y evade este problema, es mitificando a la madre. Dicho de otro modo, sacraliza el instinto maternal, poniéndolo en un pedestal intocable a exámenes o juicios, estableciendo como obvio que una madre “siempre” tiene buenas intenciones.

Así, el hijo o la hija, en este caso, Lilya, se encuentra completamente sola e indefensa en una sociedad apática y muy mal preparada para brindarle ayuda, no digamos económica, aunque fuera para brindarle un consejo, una orientación, una mano amiga.
Por el contrario, para lo único que está muy bien preparada la sociedad es para tomar ventaja de su situación vulnerable.

Desgraciadamente, esta niña, es cualquier niño y niña que vemos pasar en la calle...

Me encanta Lukas Moodysson, por sincero y acertado. Por crítico. Por no hacer lo que muchos hacen, solo voltear a otro lado más cómodo. Me gusta su estilo, muy natural y realista, por lo mismo, muy duro.

Por otro lado, la película es ágil, atractiva, interesante, bien actuada, un fuerte drama con mensaje claro de amistad ante la adversidad, el soundtrack le va bien a la historia. Y el final, precioso, me sorprendió porque yo siempre vi a Lilya así…
Un rotundo 10

ADVERTENCIA: No apta para aquellos que buscan solo entretenimiento o deleite.