Esperaba más de esta alabada ópera prima.
Que sí, que hay emociones, pero afloran a pinceladas pequeñas, como gotas de pintura en un cuadro impresionista. Que lo miras a distancia y te deja un paso, el rastro de una emoción, una sugerencia; y eso está bien, pero no es una sensación compartida por todos, es lo que cada uno pueda ser capaz de recoger de esas veladuras, de esas diminutas gotas de recuerdos plasmados en imágenes un poco ensimismadas.
Que sí, que la cámara -por momentos, agobiante por la proximidad- busca la mirada de la niña pero el relato no avanza desde esa mirada interior, o no se percibe, sino "con la niña" en pantalla, que es distinto. Por cierto, que podían haber buscado a una niña con más cara y mirada y rostro y fragilidad de niña, porque ésta transmite una madurez y una actitud espartana ante lo que se le viene encima que, salvo algún llanto inevitable por el guión, no despierta empatía por su desgracia y su desamparo.